EL ESTALINISMO EN AMERICA LATINA


PRESENTACION

El estalinismo en América Latina, apareció publicado en Chile por primera vez en las páginas de COMBATE, órgano central de la Liga Comunista, en junio de 1975. Fue escrito como una contribución al debate que en toda la izquierda latinoamericana y mundial suscitó la catastrófica derrota del proletariado chileno en 1973. Es preciso conocer el pasado para no cometer dos veces los mismos errores. Pero evidentemente los viejos partidos de la izquierda no se atuvieron aquí a ese imperativo y condujeron con los ojos cerrados al movimiento obrero y popular hacia el despeñadero del fascismo.

Toda la experiencia histórica demuestra del modo más categó­rico y cristalino que las clases dominantes jamás abandonan pacíficamente el poder y los privilegios que detentan. Y que para defenderlos no sólo cuentan con la fuerza política de sus partidos, los resguardos de sus leyes y la influencia ideológica de sus instituciones y medios de propaganda in­formativa, sino también con la fuerza material de los apara­tos armados del Estado. Demuestra, en suma, que el Estado no es una arena neutra en la que estén llamados a dirimirse democráticamente los conflictos de clase sino una fortaleza artillada al servicio de la clase dominante.

La catástrofe de 1973 sólo vino a confirmar, con un saldo trágico de víctimas y un retroceso político formidable, lo costoso que puede llegar a ser el "olvido" de esa verdad elemental, poniendo dramáticamente al desnudo el carácter criminalmente falso de la llamada "vía chilena al socialismo" cuyo principal inspirador político e ideológico fue precisa­mente el estalinismo. Por ello confiamos en que la lectura de este breve trabajo de Carlos Rossi contribuirá a elevar la comprensión y la claridad política que los militantes revo­lucionarios necesitan tener respecto del carácter y la tra­yectoria de esta corriente y su política reformista.

EDICIONES "COMBATE"

SERIE "CUADERNOS DE FORMACION COMUNISTA"


El estalinismo en América Latina

Carlos Rossi

La nueva generación revolucionaria que se ha constituido bajo el impacto histórico de la revolución cubana, constató empíricamente la total incapacidad de los partidos comunistas tradicionales de América Latina para jugar un papel revolucionario consecuente. Hay que explicar ahora la causa de este fracaso: ella no es de tipo moral ("la traición") sociológica ("la composición social pequeñoburguesa de los partidos") sino política: el estalinismo. El estalinismo fue y es desde los años treinta hasta los trágicos acontecimiento de Chile en septiembre de 1973, la causa principal del triste papel burocrático y reformista de los partidos comunistas (o, mejor dicho, de sus aparatos dirigentes) en la historia de las luchas populares en América Latina.

El proceso de degeneración estalinista del movimiento comunista continental comenzó en los años 20-30, con relativo atraso (en comparación con Europa), consumándose con un ritmo desigual según los países. Esto se debe al relativo desinterés del COMINTERN stalinizado por la América Latina, a la ausencia de un aparato eficaz de control de los partidos por el centro (hasta fines de los años 20) y, porque existían en varios países direcciones auténticamente revolu­cionarias y comunistas que jamás llegaron a capitular ante el oportunismo estalinista. En particular nos referimos a Julio Antonio Mella, fundador del PC cubano, y a José Carlos Mariátegui, fundador del PC peruano, los que tuvieron serias divergencias con el estalinismo, siendo por ello varias veces criticados por "desviaciones trotskistas".

En realidad Mariátegui nunca fue trotskista, pero cuando León Trotsky fue expulsado del partido comunista de la URSS, escribió en febrero de 1928:

"Trotsky ... tiene en todo caso un sentido internacional de la revolución socialista. Sus notables escritos sobre la transitoria estabilización del capitalismo lo colocan entre los más alertas y sagaces críticos de la época. Pero este mismo sentido internacional de la revolución que le otorga tanto prestigio en la escena mundial, le quita fuerza momentáneamente en la práctica política rusa".[1]

En cuanto a Mella, en 1928, en su folleto contra el APRA de Haya de la Torre, La lucha revolucionarla contra el imperia­lismo, defiende la concepción leninista de la lucha antiim­perialista, que nada tiene en común con el nacional-reformismo estalinista:

"Mantener la independencia del movi­miento obrero, su carácter de clase en los partidos comunis­tas, para dar la "batalla final", la lucha definitiva por la destrucción del imperialismo, que no es solamente la lucha pequeño burguesa nacional, sino la proletaria internacional, ya que sólo venciendo a la causa del imperialismo, el capi­talismo, podrán existir naciones verdaderamente libres".[2]

Por otra parte, en algunos partidos, desde muy temprano se instalaron direcciones incondicionalmente sometidas a la estrategia y a la táctica estalinista elaborada en Moscú: el ejemplo más característico es el del aparato dirigente del PC argentino (Ghioldi, Codovilla, etc.). Mella publica su folleto contra el APRA en noviembre de 1928, en la misma época en que el PC argentino en su VIII Congreso decide apoyar al gobierno burgués de Yrigoyen, "para impulsar el desarrollo económico independiente del país".[3]

En 1929-1933 se produce un giro "izquierdista" del COMINTERN, conocido como "tercer período". En Europa la nueva estrategia se manifiesta en la absurda doctrina del "socialfacismo": el principal enemigo del comunismo no es el nazi-fascismo, sino la socialdemocracia, o "socialfascismo". Esta concepción, y la negativa obstinada del PC alemán para formar un frente único de los partidos obreros contra el nazismo (como lo propuso Trotsky) contribuyó nota­blemente a la victoria de Hitler.

En América Latina el resultado del "tercer período" es más ambiguo. Algunos, como los comunistas de San Salvador (di­rigidos por Farabundo Martí, compañero de armas de Sandino), toman en serio la nueva línea izquierdista y organizan en enero de 1932 una formidable insurrección roja de más de 40 mil campesinos sin tierra; insurrección armada que planteará concretamente la consigna "todo el poder a los consejos de obreros, campesinos y soldados", hasta "la destrucción implacable de la burguesía nacional y el imperialismo".[4] Hay que subrayar que el PC salvadoreño actuó sin consultar al COMINTERN[5] y que su iniciativa no suscitó gran entusiasmo en Moscú. Sin armas suficientes, la insurrección fue aplastada y miles de campesinos fueron masacrados por la reacción burguesa latifundista.

Otros PC del continente, en avanzado estado de stalinización, tomaron del "tercer período" sólo su aspecto burocrático sectario , y aplicaron con servilismo la doctrina del "socialfascismo", caracterizando como "social-fascistas a auténticos revolucionarios nacionalistas como Antonio Guiteras en Cuba (asesinado por Batista en 1935) o reformistas de izquierda como Cárdenas en México. Es interesante hacer notar que los portavoces incondicionales del estalinismo como Codovilla, a pesar de la etapa "izquierdista", definen la revolución latinoamericana como "democrático-burguesa". La doctrina estalinista de la revolución por etapas, revisión semi-menchevique del leninismo, era ya el alfa y omega de la estrategia política de la burocracia.[6]

A partir de 1936 empieza en América Latina el nuevo viraje del COMINTERN, el frentepopulismo. Entre los dos períodos se sitúa un acontecimiento importante: la tentativa de insurrección militar de algunos regimientos influenciados por el PC de Brasil en 1935. Por sus métodos de acción putchistas, la rebelión armada de la Alianza de Liberación Nacional (frente único constituido por el PC de Brasil y varios grupos nacionalistas) pertenece aún al "tercer período"; por su programa moderado, ya forma parte de la estrategia del frente popular. La insurrección armada de 1935 (ésta sí programada por el COMINTERN) fracasó y fue rápidamente aplastada por el régimen de Getulio Vargas.

Durante el período del Frente Popular en América Latina se completa definitivamente la stalinización de los PC. Los auténticos revolucionarios como Mariátegui, Mella, Recabarren, Farabundo Martí, Rubén Martínez Villena, ya estaban muertos; otros habían sido expulsados por trotskistas; algu­nos ya habían capitulado. Suben a la dirección de los parti­dos, estalinistas convictos como Blas Roca en Cuba, Luis Carlos Prestes en Brasil, Eudocio Ravines (futuro renegado anticomunista) en Perú, etc.

De 1936 a 1939 todos los PC latinoamericanos procuran aliar­se con algún gran partido burgués bautizado como "democráti­co nacional", "progresista" o "antifascista", en el cuadro de una imitación fiel de la orientación oportunista del Frente Popular europeo. En algunos países como Chile se va a constituir algo semejante al Front-Populaire francés de 1936: una alianza electoral entre partidos obreros (el PS y el PC chilenos) con un partido burgués, el Partido Radical de Chile, bajo la hegemonía de este último, representado por el presidente Pedro Aguirre Cerda (dirigente del ala derecha del radicalismo). Según el PC chileno, no sólo debía parti­cipar en el Frente Popular el Partido Radical ("burgués-democrático"), sino también otras fuerzas:

"Importantes secciones de los partidos políticos de derecha tuvieron momentos de vacilación, ofreciendo oportunidades que hubieran podido ser aprovechadas, para invitarlos a venir al movimiento popular, con garantías para la satisfac­ción de sus aspiraciones de orden, progreso y democracia... Las fuerzas armadas, por medio de una intensa campaña de masas deben ser atraídas a la esfera del movimiento antifas­cista para que cumplan su deber de garantizar la validez de los derechos constitucionales".[7]

¿Cuál debe ser, según los estalinistas chilenos en 1938 (período de coexistencia pacífica y tentativa de alianza de la URSS con el imperialismo anglo-norteamericano), la polí­tica del Frente Popular hacia el imperialismo? Carlos Con­treras Labarca, máximo dirigente del partido, subraya:

"Los trotskistas utilizan el legítimo sentimiento de odio popular hacia el imperialismo, para concentrar el ataque en el imperialismo yanqui e inglés que tienen el mayor volumen de inversiones en Chile. Esto es un medio de ayudar a la penetración y dominación de los gobiernos fascistas... En relación al capital extranjero invertido en Chile, el pueblo siempre ha respetado y siempre respetará la Constitución Política del Estado, que garantiza la propiedad del capital extranjero y en general, de todo capital, requiriendo al mismo tiempo a los capitalistas nacionales y extranjeros que le respeten por su parte".[8]

Calumnias groseras contra los trotskistas, acusados del crimen de... antiimperialismo, y capitulación total frente al capitalismo nacional y extranjero; este pasaje resume muy bien la estrategia estalinista de los años 30.

Pero hay ejemplos peores; en algunos países no llegaron ni a existir caricaturas de Frente Popular, sino la alianza di­recta de los PC con los personajes y partidos burgueses más reaccionarios. Por ejemplo en Cuba el PC va a colaborar con Fulgencio Batista y llega incluso a participar de su gobier­no a partir de 1943. En 1944, el Partido Socialista Popular (estalinista) cubano envía una carta a Batista en la que proclama con orgullo:

"desde 1940, nuestro partido fue el apoyo más leal y constante de vuestras medidas gubernamenta­les, el promotor más enérgico de vuestra plataforma inspira­da en la democracia, la justicia y la defensa de la prospe­ridad nacional ..." [9]

Volviendo a Chile, es interesante citar el balance de diez años de Frente Popular (1938-1948) en ese país, hecho por el conocido economista marxista James Petras:

"por una parte el Frente Popular ha producido un progreso considerable creando una infraestructura industrial, ampliando la base de parti­cipación social más allá de una pequeña élite y, aumentando la intervención conciente del gobierno en el proceso de desarrollo. Por otra parte, esos cambios tendieron a favore­cer a la clase superior y media en status, riqueza y poder, a costa de los obreros y campesinos. La política del Frente Popular debilitó a la izquierda, reforzó a la derecha y aumentó la desconfianza del pueblo en la política parlamen­taria. Al final de una década de coaliciones entre la clase obrera y la clase media, los partidos de derecha eran polí­tica, económica, y socialmente más fuertes." [10]

En 1931-1941, durante el período del pacto Hitler-Stalin, los estalinistas latinoamericanos, que apenas un año antes acusaban a los trotskistas de servir al fascismo por sus ataques al imperialismo anglo-americano, van a "descubrir" la lucha antiimperialista y van a denunciar la política de guerra de Wall Street y Londres, pero ahora olvidando total­mente sus enérgicas proclamas antifascistas de 1936-1938.

El dirigente del PC argentino, Ernesto Giudici escribe en 1940 un folleto en el que pide cierta "comprensión" para el fascismo:

"Hay que ver y apreciar que muchas veces, detrás de esa ideología fascista late un anhelo de masas, que por ser de masas, poco importa que sea fascista o no, por cuanto se ha desarrollado en el propio movimiento de masas a pesar de la ideología reaccionaria que algunos le quieren atribuir -por lo que hay que buscar contactos con él, con ese movi­miento- cabe la necesaria rectificación política".[11]

Naturalmente, con la agresión nazi a la URSS en junio de 1941, un nuevo giro de 180 grados: ahora el imperialismo anglo-norteamericano es el aliado de la URSS y toda consigna antimperialista vuelve a ser como en 1938 "sabotaje al servicio del fascismo".

Esa estrategia de colaboración con el imperialismo llega a su auge en los años 1944-1945, cuando dominó la variante ultra oportunista del estalinismo conocida como "browderismo". En la euforia de los acuerdos de Teherán, Earl Browder, secretario general del PC norteamericano va a proclamar los inicios de una era de amistad y colaboración total entre el imperialismo y el socialismo, aún después de la guerra. Browder va a sacar conclusiones organizacionales de su pers­pectiva histórica, disolviendo al PC de Estados Unidos en una amorfa "Asociación Política". Esa práctica abiertamente liquidacionista fue condenada sólo en abril de 1945 por la dirección soviética a través de su portavoz Jacques Duclos, conocido dirigente del PC francés.

El browderismo tuvo profundo impacto en América Latina cuyos PC estaban habituados a ver en el PC de Estados Unidos al "partido guía del continente americano". Así por ejemplo, Vittorio Codovilla en su libro En marcha hacia un mundo mejor escribe esta apología abierta del imperialismo en América Latina:

"las condiciones internacionales de colaboración entre los grandes países capitalistas, y entre estos y la URSS para la creación de un mundo mejor, indican que los Estados Unidos e Inglaterra han de llegar a un acuerdo con respecto a la política económica a seguir en América Latina, a fin de contribuir al desarrollo económico, político y social en un sentido progresista... Ese acuerdo deberá basarse en la cooperación de esas dos grandes potencias, con gobiernos democráticos y progresistas de América Latina, para el cum­plimiento de un programa común que al mismo tiempo de brin­dar un mercado diez o veinte veces superior al actual para sus capitales, sus maquinarias y sus productos industriales, contribuya al desarrollo independiente de la economía de esos países permitiéndoles en pocos años liquidar el atraso en que vienen arrastrándose desde hace varias décadas." [12]

Esto parece una cita del informe Rockefeller sobre América Latina, pero en realidad es producto legítimo del oportunis­mo estalinista. Después del artículo de Duclos los dirigentes de los PC latinoamericanos hicieron su "autocrítica", pero la política del estalinismo en América Latina siguió estando en el período de 1945 a 1948 (con el acuerdo de la burocra­cia soviética) totalmente fundada en la colaboración de clases.

Un ejemplo característico (otros semejantes se encuentran en casi todos los países del continente): en abril de 1945 los sindicatos obreros de México (dirigidos por el filo estalinista Lombardo Toledano) y las asociaciones industriales de la burguesía firman un pacto de cooperación. El PC mexicano celebra el acontecimiento en su periódico La Voz de México con un gran artículo en su primera página, con el siguiente titular: "Histórico pacto obrero-patronal. Sólida base para el desarrollo y progreso del país."[13] Los trotskistas mexicanos van a criticar esta política de capitulación abierta ante la bur­guesía, y recibirán la siguiente respuesta en un artículo en La Voz de México:

"Basta con leer el nauseabundo pasquín de los trotskistas, para comprender cual es el papel que juegan, para darse cuenta de que son una banda peligrosa que anda suelta y que debe necesariamente ser agarrada, encarcelada, expulsando del país a sus jefes extranjeros, para salvaguardar los intereses de la nación... ¿No se da cuenta el gobierno de las actividades de esta banda? En el editorial de su pasquín "Lucha Obrera" N.22 de la primera quincena de abril de este año dicen: "La Cuarta Internacional invita una vez más a la clase obrera de México a luchar contra el imperialismo, contra el gobierno que defiende sus intereses y contra la burguesía nacional, enemigos del pueblo y del progreso de México". Es decir, la banda de salteadores llama al pueblo a luchar contra el gobierno de México porque pugna por la industrialización del país, porque forma parte de la unión de naciones que libraron la lucha contra la banda hitleria­na. Lo acusa de traidor porque México ha conservado y pre­tende conservar las mejores relaciones con los países ameri­canos y con Estados Unidos de Norteamérica, a fin de conser­var la paz y la independencia de los pueblos."[14]

Este típico documento estalinista, que combina el ridículo con el odio, ataca pues a la "banda de salteadores" trots­kistas por un crimen horrible: su llamado a luchar contra el gobierno burgués de México (Avila Camacho) y contra el imperialismo. Y no tiene vergüenza de pedirle al gobierno burgués de México que reprima a los revolucionarios de la Cuarta Internacional.

Un ejemplo particularmente siniestro de colaboración de clases se realizó en Argentina, con la participación del PC en la "Unión Democrática". En la Conferencia Nacional de enero de 1946, Codovilla presenta la siguiente descripción de

"las fuerzas que se agrupan en torno al movimiento de la Unión Democrática: 1.- Todos los partidos tradicionales. 2.- La parte más conciente y más combativa del movimiento obrero y del campesinado. 3.- Gran parte de la juventud obrera y campesina y la inmensa mayoría de la juventud universitaria, del profesorado, de los empleados, de las clases medias. 4.- La mayoría de los comerciantes, industriales, agricultores, ganaderos y hombres de finanzas. 5.- La mayoría del ejérci­to y de la marina y una parte importante de la policía uniformada. 6.- Casi toda la prensa del país. Pero a pesar de ello la Unión Democrática aún luce un carácter restringi­do, por cuanto no participan todavía en ella algunos secto­res progresistas del Partido Conservador."[15]

Codovilla olvida mencionar a otro aliado de la "Unión Democrática" contra el "peronismo fascista": el embajador yanqui Spruille Braden...

En 1947-48 con el comienzo de la "guerra fría", termina bruscamente la luna de miel del estalinismo con la burguesía latinoamericana. La iniciativa viene de los gobiernos bur­gueses que, obedeciendo a las instrucciones de sus amos de Washington, colocan fuera de la ley y/o reprimen brutalmente a los comunistas en Brasil, Chile, Cuba, México, etc. Hay que subrayar que muchos de esos gobiernos burgueses (Grau San Martín en Cuba, González Videla en Chile, Miguel Alemán en México, etc.) habían sido apoyados (y a veces elegidos) por los PC. En Cuba, por ejemplo, los estalinistas del Parti­do Socialista Popular, después de haber apoyado a Batista desde 1939 a 1944, apoyaron a partir de 1944 al gobierno burgués proyanqui de Grau San Martín. En un discurso en diciembre de 1946, Blas Roca, secretario general del PSP declaraba:

"Es claro que nosotros estamos ya en una situación que ha evolucionado desde la Tercera Asamblea Nacional (del PSP en enero de 1946) hasta la fecha. Entonces el énfasis de nues­tra actitud era la posición independiente del partido. Ahora el apoyo militante a la política del presidente Grau y el desenvolvimiento del cuadro político y de las relaciones de partidos en nuestro país, nos ha llevado a una alianza más estrecha con el gobierno y los partidos que lo apoyan... Consideramos que el gobierno del doctor Grau es en general un gobierno democrático, popular y progresista; lógicamente nuestro deber es apoyarlo y nuestra crítica ha de ser posi­tiva, como hecha a uno que consideramos amigo." [16]

Pues bien, ¿qué pasó en Cuba con el comienzo de la guerra fría? En 1947-1948, el gobierno "democrático", "popular" y "progresista" de Grau San Martín desata una violenta repre­sión anticomunista, un verdadero "terror blanco"[17] durante el cual sería asesinado (entre otros) el conocido dirigente comunista de los sindicatos del azúcar, Jesús Menéndez.

En el período de la "guerra fría" (1948-54) los PC van a conocer un cierto "giro a la izquierda" correspondiente a la nueva política exterior de la URSS. Pero este giro no pasará jamás los estrechos límites de la estrategia nacional-reformista del estalinismo. El ejemplo más claro es la trage­dia guatemalteca de 1954. La política del Partido Guatemal­teco del Trabajo (estalinista) contribuyó de manera decisiva para desarmar política y militarmente a las masas trabajado­ras. La invasión de los mercenarios de Castillo Armas (orga­nizada por la CIA y financiada por la United Fruit), que contó con la complicidad de la burguesía guatemalteca y del ejército gubernamental del gobierno de Jacobo Arbenz (que fue obligado a huir) no se enfrentó con una resistencia popular organizada. En una autocrítica en 1955, el PGT reconoce su responsabilidad:

"El Partido Guatemalteco del Trabajo no siguió una línea suficientemente independiente en relación a la burguesía nacional democrática. En la alianza con la burguesía demo­crática tuvo éxitos señalados, pero a su vez la burguesía ejerció cierta influencia en nuestro partido, influencia que en la práctica constituyó un freno para muchas de sus acti­vidades... El PGT contribuyó a alimentar ilusiones en el ejército al no desenmascarar la verdadera posición y la actividad contrarrevolucionaria de los jefes del ejército." [18]

En realidad esta autocrítica no pone en cuestión los funda­mentos de la concepción estalinista de la revolución por etapas y la estrategia del "bloque de las cuatro clases". Por el contrario, vuelve a proponer una vez más, como tarea de la revolución guatemalteca, "el establecimiento de un gobierno de liberación nacional integrado por la clase obre­ra, los campesinos, la pequeña burguesía y la burguesía nacional." [19] Como si los acontecimientos de 1954 no hubieran demostrado de manera suficientemente clara en qué lado de la barricada se quedó la pretendida burguesía nacional.

El período que comienza en 1954-1955 y que continúa hasta hoy es el de la "coexistencia pacífica institucionalizada" entre la burocracia soviética y el imperialismo. La política estalinista en América Latina refleja ese cuadro internacio­nal.

El ejemplo histórico más flagrante de la incapacidad de los estalinistas en América Latina para jugar un papel revolucio­nario consecuente es Cuba. El 26 de julio, Fidel y sus compañeros atacan el cuartel Moneada en Santiago. ¿Cómo reaccionaron los estalinistas cubanos ante este acto que abrió el camino a un cambio radical en la historia no sólo de Cuba sino de América Latina y del mundo? En una declara­ción del PSP publicada en la prensa del PC de Estados Unidos (en Cuba la prensa del partido había sido prohibida) en agosto de 1953 se subraya:

"Nosotros condenamos los métodos putchistas, característicos de grupos pequeñoburgueses, que se han revelado en la tentativa aventurera de tomar el cuartel de Santiago. El coraje demostrado por los partici­pantes es mal orientado y estéril." [20]

La misma actitud se va a repetir ante la lucha guerrillera iniciada después del desembarque del Granma en noviembre de 1956. En una carta del 28 de junio de 1957 al movimiento 26 de julio, el PSP proclama:

"Con toda la sinceridad nosotros decimos hoy, que las medidas propuestas por ustedes son erróneas e inadecuadas... actos de terrorismo individual le brindan generalmente a la tiranía nuevos pretextos para sus crímenes... los trabajadores y el pueblo no pueden ser atraídos a la lucha por actos terroristas y aún menos con amenazas y sabotajes contra empresas." [21]

Sólo algunos meses antes del triunfo de la guerrilla de la Sierra Maestra, el PSP estalinista, va a tomar, en la penúl­tima estación el tren de la revolución cubana (y aún así para intentar frenarla un poco).

Queda una última y terrible demostración del triste papel histórico del estalinismo en América Latina: la tragedia chilena, que ha costado la vida a miles y miles de trabaja­dores, entre los cuales hay muchos militantes comunistas sinceros y dedicados.

El papel y la responsabilidad del reformismo estalinista en la tragedia chilena es innegable. El PC chileno se rehusó obstinadamente a preparar a las masas política y militarmen­te para el enfrentamiento inevitable con el aparato militar del Estado burgués. Muy por el contrario, Luis Corvalán (hoy víctima de los fascistas), secretario general del partido, escribía en un artículo publicado en diciembre de 1970:

"En ellas (las FFAA) impera el espíritu profesional y el respeto al gobierno establecido de acuerdo a la Constitu­ción. Además, el ejército y la marina nacieron en la lucha por la independencia... En especial se debe tener presente que ya no hay institución que permanezca impermeable a las conmociones sociales, cerrada a los vientos que corren en el mundo, ajena o indolente al drama de los millones y millones de seres humanos que viven en la miseria más atroz... Es verdad que los institutos militares también necesitan cam­bios; pero éstos no pueden serles impuestos. Deben surgir de su propio seno, por su propio convencimiento. En lo demás, el tiempo y la vida hablarán". [22]

En efecto, el tiempo y la vida hablaron. Pero en vez de tener confianza en "los vientos que corren por el mundo" ¿no hubiera sido mejor armar con fusiles, bazucas y ametralladoras a los trabajadores chilenos? Los trabajadores y los comunistas masacrados en Chile en septiembre de 1973, como los de Indonesia en 1965, son parte de la larga lista de víctimas de la criminal política reformista y burocrática del estalinismo.

Conclusión

La historia del estalinismo en América Latina en los últimos 40 años, es la de un movimiento congénitamente incapaz de jugar un papel revolucionario auténtico. A partir de 1935, a partir de la estalinización definitiva de los PC, su estrategia será un nacional reformismo neomenchevique, fundado en la doctrina de la revolución por etapas y del bloque con la burguesía nacional. Esta estrategia y esta doctrina no son un producto original de los partidos latinoamericanos sino la importación y la aplicación mecánica y servil del modelo elaborado por la burocracia soviética. El resultado será la esterilización y el despilfarro de generaciones enteras de militantes comunistas, víctimas de una política que transformó a sus partidos en apéndices de la burguesía latinoamericana. Los vuelcos y "tournants" tácticos de los PC de América Latina nunca han sobrepasado los límites de esa estrategia estalino-menchevique etapista. Estos no fueron sino el reflejo de los cambios en la política exterior de la burocracia de la URSS.

Eso no quiere decir que la política de estos partidos era mala porque no era "nacional" (como pretenden los socialpatriotas de izquierda tipo Abelardo Ramos). El comunismo, el movimiento obrero revolucionario, es necesariamente un movimiento internacional, por su esencia, por sus tareas, por la necesidad de luchar contra un sistema capitalista que es internacional. Lo que hay que denunciar en la política de los partidos estalinistas de América Latina no es su carácter "internacional" sino el hecho de que su política no obedece a los intereses de la revolución mundial, sino a la "razón de Estado" burocrática del Kremlin. Por ejemplo: en los años 1945-47 un partido comunista auténticamente internacionalista hubiera impulsado una gran campaña de solidaridad con la lucha de los revolucionarios vietnamitas contra el imperia­lismo francés (apoyado por el de EEUU). Por el contrario, obedeciendo a la política de "cooperación" y "coexistencia pacífica" de la URSS con el imperialismo en ese período, los partidos estalinistas de América Latina olvidarán casi por completo la lucha en Indochina, y desarrollarán en su propa­ganda el lema de la "buena vecindad" entre EEUU y América Latina.

En otras palabras: lo que caracteriza a los partidos estalinistas de América Latina no es el internacionalismo revolu­cionario sino su inserción político-ideológica y organizacional en el sistema burocrático mundial bajo la hegemonía de la URSS. Sistema que no sirve a los intereses del prole­tariado mundial, como lo hizo la Internacional Comunista en la época de Lenin y Trotsky (1919-1924), sino a los mezqui­nos intereses de la camarilla burocrática que asumió el po­der en la URSS después de la muerte de Lenin, y cuyo funcio­namiento no es más que una caricatura del internacionalismo proletario. El reformismo, el oportunismo, la colaboración de clases, los bruscos cambios de línea, los virajes arbi­trarios, tienen su origen en esta inserción orgánica, que explica y da coherencia a la trayectoria política del estalinismo en América Latina desde 1936 hasta nuestros días.

Para concluir, hay que subrayar que el estalinismo no es un fenómeno personal (moral o sicológico) sino un sistema polí­tico. La mayoría de los individuos, de los militantes de los actuales PC (lo cual es válido para algunos de sus dirigen­tes) son combatientes sinceros por el socialismo. Nuestra tarea, es ganarlos para la verdadera vanguardia revoluciona­ria. La experiencia ha mostrado, que en una situación de crisis muchos de ellos se pasarán a las filas de la revolu­ción. Así en Brasil, en los años 1967-69, no sólo un gran número de militantes, sino también algunos dirigentes impor­tantes (Mariguella, Mario Alves, Joaquín Cámara Ferreira, Apolonio de Carvalho) han salido del viejo partido estalinis­ta para luchar con los combatientes de la izquierda revolu­cionaria. Los individuos, las personas, pueden y deben ser recuperados para la revolución; el sistema político estalinista tiene que ser radicalmente purgado del seno del movi­miento obrero.


[1] Mariátegui, Figuras y aspectos de la vida mundial, 2a Edición, Amauta, Perú, 1970, pág. 216, subraya­do por nosotros

[2] Julio Antonio Mella, Hombres de la revolución, La Habana, 1971, pág. 91-97

[3] Cf. Esbozo de historia del PC de Argentina, redactado por una comisión del Comité Central, Ed. Anteo, Buenos Aires, 1947, pág. 65

[4] "Documentos del PC de San Salvador", en Roque Dalton, Miguel Mármol: "El Salvador 1930-1932", Pensamiento Crítico N°48, enero de 1971, pág. 102-106. No es por casualidad que revolución cubana sacará por primera vez del olvido estos documentos históricos.

[5] Cf. Pensamiento Crítico, en pág. 70

[6] Cf. Informe Codovilla a la conferencia comunista latinoamericana junio de 1929, en Movimiento Revolucionario Latinoamericano ed. Correspondencia Sudamericana, B. Aires 1929, pág. 21

[7] Carlos Contreras Labarca, "The people of Chile Unite to save Democracy", The Comunist, Sept. de 1938, pág. 1038. Como se ve las ilusiones del PC chileno no datan de 1970-1973...

[8] Ibid, Pág. 1041-1042

[9] Blas Roca, Los socialistas y la reali­dad cubana, Ed. PSP, La Habana 1944. Véase a este respecto nuestro folleto La Revolución Permanente en América Latina.

[10] J. Petras, Politics and Social Forces in Chile Development, University of California Press, 1970, pág. 32

[11] Ernesto Giudici, Imperialismo Inglés y Liberación Nacional, Ed. Problemas, Buenos Aires, 1940, pág. 10

[12] Citado por J. Abelardo Ramos, Historia del Estalinismo en Argentina, Ed. del Mar Dulce, 1969, pág.191

[13] La Voz de México, Diciembre 4, 1945. pág. 1

[14] La Voz de México, 13, junio de 1945

[15] Citado por La Voz de México, 13 de enero de 1946, pág. 7, subrayado por noso­tros

[16] Blas Roca, "Sobre la situación política actual", Fundamentos, La Haba­na, diciembre de 1946, N.62 año IV, pág. 333-334, subrayado por nosotros

[17] La expre­sión es del historiador alemán de la RDA Jorge Hell, en su libro Kursen Geschichte des Kubanischen Volkes, Berlín Este 1966, pág. 295

[18] La intervención norteamericana y el derrocamiento del régimen democrático. Comisión Política del Comité Central del PGT, Guatemala, junio de 1955, pags. 31-32

[19] Ibid, Pág. 42

[20] Daily Worker, Nueva York, 5/8/53

[21] Carta semanal, PSP, 28/6/57 citado por B. Goldenberg, Kommunismus in Lateinamerika, Kohlammer, Berlín, 1971, pág. 311. Más información documental sobre la lamentable política del PSP en la revo­lución cubana se encuentra en nuestro folleto La Revolución Permanente en América Latina.

[22] Luis Corvalán, Camino de Victoria, Santiago, Sept. 1971, pág. 425-426

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