LA LCCH Y LA CRISIS DE LA IV INTERNACIONAL
Resolución de la Segunda Conferencia Exterior de la Liga Comunista de Chile
Abril de 1980
1. La lucha por la construcción de una dirección revolucionaria de la clase obrera y las amplias masas populares oprimidas bajo el capitalismo, tanto en escala nacional como internacional, no puede ser llevada a cabo en forma exitosa sino a condición de situarla y basarla en todo momento en el marco programático del marxismo, del leninismo y del trotskismo, es decir, en el marco de la lucha por la construcción de la IV Internacional. Es en función de este imperativo que cobra hoy una importancia decisiva saber comprender y valorar de un modo correcto el significado preciso de la crisis que actualmente sacude al movimiento trotskista internacional, cuya superación en todos los ámbitos constituye un componente central de nuestros esfuerzos por la construcción de un Partido revolucionario del proletariado.
2. Lo primero que es preciso tener en cuenta frente a la división reciente del SU es que ella sólo abre un nuevo capítulo en una ya larga historia de crisis sucesivas experimentadas por el movimiento trotskista en el período posterior a la segunda guerra mundial. El cuadro de dispersión que actualmente podemos observar, y que se expresa en la existencia de más de cinco corrientes estructuradas a escala internacional -sin considerar todavía los fraccionamientos internos que sacuden a algunas de ellas o los sectores que permanecen marginados-, reclamándose todas del trotskismo, el Programa de Transición y la IV Internacional, es su resultado y testimonio más directo. ¿Cómo y por qué se ha producido este fenómeno de crisis y dispersión cuya sola existencia constituye un obstáculo formidable en la lucha por la construcción de la IV Internacional? Es imposible encontrar los caminos que permitan su superación positiva sin responder en forma clara y justa a esta interrogante.
3. La IV Internacional surgió en condiciones extremadamente difíciles, signadas por graves derrotas del proletariado en la arena internacional. En palabras de Trotsky, "las más grandes derrotas que el proletariado registra en la historia", como consecuencia directa de la "degeneración y la traición de la vieja dirección". Es evidente que se trata de derrotas pasajeras, puesto que tienen lugar en un período histórico marcado por la crisis y decadencia definitiva del sistema capitalista mundial y que, por su propia naturaleza, provoca a cada paso el estallido de nuevas crisis que replantean en toda su agudeza la cuestión de la necesaria dirección revolucionaria consecuente de las luchas obreras y populares. Pero ello no disminuye en nada la significación objetiva y las consecuencias que arrastran las condiciones políticas precisas en medio de las cuales tiene lugar el nacimiento de la IV Internacional, obligada desde un comienzo a luchar contra la corriente por remontar los efectos desastrosos de las derrotas ocasionadas al movimiento obrero por la política de colaboración de clases implementada por el estalinismo y la socialdemocracia.
4. Como consecuencia directa de las difíciles condiciones políticas a las que debió hacer frente desde sus comienzos la lucha por la IV Internacional, el movimiento trotskista se ha visto obligado a batallar en todo momento en contra de enormes presiones disolventes, las cuales no sólo han operado desde el exterior de las filas trotskistas sino también en su propio seno, ya sea bajo la forma de una adaptación revisionista a los planteos de las corrientes reformistas o centristas predominantes entre las masas trabajadoras o bien bajo la forma de una tendencia al sectarismo y autoaislamiento del movimiento real de las luchas obreras y populares. En la medida en que tales presiones están dirigidas a la liquidación objetiva de las principales conquistas teóricas, políticas y organizativas alcanzadas por el proletariado a través de su lucha revolucionaria, expresadas en la existencia de la IV Internacional, su programa y su combate político, ellas reflejan -independientemente de la voluntad o intenciones de quienes las animan- las variadas formas en que la ideología burguesa ejerce su influencia sobre las clases explotadas.
5. Durante el primer período de su existencia, en los años anteriores a la segunda guerra mundial, y aún antes de su proclamación formal, la IV Internacional pudo hacer frente a esas presiones teniendo a su favor la enorme ventaja de contar en sus rangos dirigentes con la presencia activa de la relevante personalidad de León Trotsky, el viejo dirigente bolchevique y fundador de nuestro movimiento. Es indudable que la experiencia y capacidad política del antiguo compañero de Lenin, así como la enorme autoridad política y moral que se desprendían de su ejemplo de consecuencia revolucionaria y entrega total a la causa del proletariado, constituyeron un importante contrapeso frente a las presiones centrífugas que amenazaban la integridad y continuidad del combate por la IV Internacional. Pero aún con la presencia de Trotsky no fue esta una tarea sencilla. Ahí están las miles de páginas dedicadas a combatir las desviaciones de gente como Nín, Burnham, Schachtman, Vereecken, Sneevliet, Molinier y otros, para no mencionar sino a los casos más conocidos. Frente a tales desviaciones, la presencia y el enorme esfuerzo desplegado por Trotsky para combatirlas posibilitó al menos la preservación de la IV Internacional como programa y como organización y con ello la continuidad de su combate político.
6. Al término de la guerra, la debilidad organizativa y el aislamiento político del movimiento trotskista así como la inexistencia de un centro de dirección internacional suficientemente fuerte y autorizado, sumado todo ello a un sensible incremento de las presiones de la realidad objetiva sobre una militancia de carácter predominantemente pequeñoburgués, se transformaron rápidamente en factores de crisis agudas y permanentes que hicieron finalmente estallar a la IV Internacional desde un punto de vista organizativo e hicieron retroceder el combate por su construcción también en un plano político y programático. Se abrió con ello un período de crisis y dispersión del movimiento trotskista, período en el que aún hoy nos encontramos a pesar de los esfuerzos realizados por lograr una centralización política y organizativa de la mayor parte de las corrientes y organizaciones que se reivindican del combate por la IV Internacional. Para nosotros resulta claro que ninguna de las corrientes internacionales que se han estructurado en este período bajo la bandera del trotskismo ha estado exenta de cometer graves errores que han contribuido a exacerbar la dispersión y la desconfianza mutua entre ellas. La ausencia de un balance riguroso de estos errores conspira en forma considerable en contra de la reunificación de las fuerzas trotskistas a la vez que posibilita una repetición de los mismos hacia el futuro.
7. La más grave de todas las desviaciones que se han producido en el seno de la IV Internacional desde su fundación en 1938 ha sido, sin contar la orientación actual del SWP, la línea defendida por Pablo en los comienzos de la década del 50 y cuya implementación significó, aparte de la división de la IV Internacional, la autoliquidación política y organizativa de una parte considerable de las escasas fuerzas con que contaba en ese entonces el movimiento trotskista. La orientación de Pablo y sus seguidores se apoyaba en una visión espontaneísta del desarrollo de la revolución mundial que minimizaba en términos casi absolutos el rol del factor consciente, es decir, el rol del Partido marxista, leninista, trotskista en la lucha de clases, en directo beneficio de una política de adaptación y sometimiento "crítico" a las direcciones estalinistas y pequeñoburguesas predominantes en el seno del movimiento obrero y de masas. Esta orientación brutalmente liquidadora, que amenazaba destruir todas las posiciones teóricas, políticas y organizativas alcanzadas en la ardua y tenaz lucha por la construcción de la IV Internacional, constituía una respuesta revisionista frente a los nuevos problemas planteados por la expansión estalinista posterior a 1943. Este último fenómeno se encontraba en contradicción con la perspectiva formulada por Trotsky antes de la guerra, que pronosticaba la desintegración del estalinismo ante los embates de una nueva oleada de luchas revolucionarias del proletariado en la URSS y en Europa a cuya cabeza se encontrarían los partidos revolucionarios construidos por la IV Internacional, y se constituyó en el eje de las disputas que condujeron a la crisis y dispersión del movimiento trotskista.
8. Como una reacción frente a la orientación revisionista y liquidadora de Pablo que logró imponerse y dominar en el seno de la IV Internacional después de 1950, reacción tardía, confusa y vacilante pero reacción al fin y al cabo, se va estructurando poco a poco después del Tercer Congreso una corriente de "oposición" al Secretariado Internacional. El elemento que polariza la crisis y conduce a una decantación organizativa de las fuerzas agrupadas bajo la bandera de la IV Internacional, será, en definitiva, no tanto la orientación general aprobada por el Tercer Congreso -a la que sólo se opuso el voto de la sección francesa- como las consecuencias prácticas, organizativas, de dicha orientación y que conducían a una rápida disolución de los trotskistas en el seno de las organizaciones socialdemócratas, estalinistas o nacionalistas a través de la llamada "táctica del entrismo sui-generis". Las secciones y militantes que rompen con el Secretariado Internacional van a constituir posteriormente el llamado Comité Internacional, con el objetivo declarado de proseguir el combate por la IV Internacional sobre la base de los lineamientos contenidos en el Programa de Transición. Lo cierto es, sin embargo, que el Comité Internacional se mostró, durante los diez años de su existencia, completamente incapaz de llevar adelante un combate político eficaz en contra del Secretariado Internacional pablista y de funcionar siquiera como un centro internacional alternativo que se correspondiera con los objetivos propuestos y proclamados públicamente, así como con los fundamentos políticos invocados por las organizaciones que lo constituyeron. El choque traumático con una realidad política distinta de la esperada al término de la guerra produjo en ellas la reacción contraria del revisionismo de Pablo, es decir, el repliegue de estas organizaciones sobre sí mismas, el autoaislamiento sectario y la búsqueda de un refugio seguro ante las presiones disgregadoras en una reivindicación formal de la ortodoxia. En estas condiciones, el Comité Internacional no pasaría de constituir un acuerdo puramente formal entre un conjunto de organizaciones nacionales cuya defensa dogmática y sectaria del trotskismo sería la medida de su impotencia política.
9. La reunificación de 1963 no resolvería sino en apariencias los problemas políticos que estuvieron a la base de la escisión de 1953, ya que se efectuó sobre la base de un "olvido" consciente de los mismos. Tal como lo reconocería más tarde Joseph Hansen,
"en ese momento no pensamos que fuera aconsejable hacernos cargo de una evaluación sobre quiénes tenían razón y quiénes no la tenían en 1953 y en los años siguientes. Pensamos que era mejor dejar esa discusión para un período en que pudiera ser vista en la perspectiva histórica debida y con el balance hecho de tal manera que elimináramos todo acaloramiento fraccional, debido a malestares fraccionales. Todos estuvimos de acuerdo en eso."
Sin un debate profundo sobre las divergencias que ocasionaron la división de 1953, sin la debida clarificación política de estos problemas que permitiera alcanzar una apreciación común de ellos, la reunificación no podía dejar de ser un mero acuerdo organizativo, una especie de "pacto de no agresión" y coexistencia entre dos corrientes heterogéneas y cuyas profundas divergencias, temporalmente soslayadas, no podían dejar de salir a flote tan pronto como acontecimientos decisivos en el desarrollo de la lucha de clases colocaron a la organización internacional "reunificada" ante desafíos políticos de importancia. Siguiendo un método contrario a Lenin y Trotsky, el método de los "bloques de Agosto", es decir la conformación de bloques sin principios, en la esperanza de que las divergencias se pueden "arreglar en el camino", la " reunificación" dio origen a una organización en permanente crisis, aun cuando ésta no se exteriorizara de inmediato. Tal ha sido la realidad del SU a lo largo de la mayor parte de su existencia.
10. Los grupos del Comité Internacional que se negaron a aceptar la "reunificación" de 1963, si bien estaban en lo cierto al exigir como condición de la misma un balance a fondo de las causas que precipitaron la escisión de 1953, continuaron mostrando su característica incapacidad para hacer frente a los grandes desafíos que en todos los planos supone la lucha por la construcción de la IV Internacional, el "Partido Mundial de la Revolución Socialista". Más aún, los rasgos de dogmatismo y sectarismo que ya habían caracterizado al Comité Internacional antes de la "reunificación" se hicieron todavía más notorios cuando este organismo se vio reducido únicamente a los sectores que rechazaron el acuerdo que dio origen al nacimiento del SU, malogrando así toda posibilidad de constituirse en un centro internacional verdaderamente alternativo a este último. El ejemplo quizás más trágico de los callejones sin salida a los que se vieron arrastradas las organizaciones del CI a consecuencia de sus concepciones dogmáticas y sectarias lo tenemos en su casi total incapacidad para "ver" la revolución cubana y comprender el verdadero carácter de sus medidas. Así fue como Healy, uno de sus dirigentes principales, llegó a comparar a Fidel Castro con Chiang Kai-chek, Nasser y Perón, y las organizaciones del CI se negaron durante largo tiempo a reconocer la constitución de un nuevo Estado obrero en Cuba. Las sucesivas crisis que sacuden y escinden a esta corriente, y que constituyen un elemento significativo del actual cuadro de dispersión de las fuerzas que se reclaman del trotskismo, son en definitiva un producto directo de esta incapacidad. La experiencia del CI y de sus diversos fraccionamientos posteriores ilustra las enormes dificultades que conlleva la lucha por la construcción de la IV Internacional. Proclamar de palabra el propósito de "reconstruir" la IV Internacional es algo relativamente sencillo de hacer. Llevar adelante, con la responsabilidad y seriedad necesarias, una lucha efectiva en esa dirección, que permita superar la dispersión ideológica, política y organizativa y construir organizaciones revolucionarias de combate fuertemente implantadas en el proletariado es, en cambio, una tarea que requiere de un rigor, esfuerzo y perseverancia verdaderamente ejemplares.
11. Al interior del Secretariado Unificado la crisis comenzó a desarrollarse en forma abierta a partir del IX Congreso Mundial realizado en 1969 y la aprobación por el mismo de una resolución sobre América Latina de carácter ultraizquierdista, que hacía de la guerra de guerrillas rural el eje de la actividad de las organizaciones trotskistas en este continente, minimizando en términos completamente incompatibles con una orientación marxista, leninista, trotskista, el rol del Partido revolucionario y su trabajo político permanente, sistemático y perseverante de agitación y propaganda en el seno de las masas. La línea ultraizquierdista votada por el IX CM para América Latina, contraria a las exigencias del trabajo de organización y preparación paciente de las luchas de masas dirigidas a su ruptura política con los aparatos reformistas y centristas y el pantano de la colaboración de clases que estos practican, que debió ser la preocupación central de los trotskistas durante todos estos años, constituía de hecho una adaptación al castrismo y las corrientes guerilleristas existentes en América Latina, con la ilusión declarada no sólo de influenciar positivamente a estas corrientes sino también de alcanzar por esta vía grandes éxitos políticos con nuestras propias fuerzas. Como se sabe, los resultados de semejante orientación constituyeron un nuevo desastre para las fuerzas trotskistas en América Latina, especialmente en aquellos lugares en que, como Argentina y Bolivia, se habían registrado con anterioridad ciertos progresos y que, en consecuencia, asumieron la mayor cuota de responsabilidad en la aplicación de esta línea. La verdadera magnitud del desastre hay que apreciarla teniendo en cuenta el carácter profundamente revolucionario de los años en que la IV Internacional se encontró desarmada por esta orientación ultraizquierdista, los grandes ascensos de masas que tuvieron lugar en diversos países del continente, especialmente en Bolivia, Uruguay, Chile y Argentina, las inmensas posibilidades que ellas abrían a la construcción de partidos marxistas revolucionarios, las magníficas oportunidades que fueron desaprovechadas.
12. La mayoría que aprobó la orientación guerillerista en el IX CM estaba dirigida por los antiguos líderes del Secretariado Internacional pablista que, con excepción del propio Pablo cuyo desenfrenado revisionismo lo llevaría finalmente a romper con la IV Internacional y toda referencia al trotskismo, dominaban ahora en el Secretariado Unificado. La relación entre estos dos hechos no puede ser puramente incidental. La orientación contenida en la resolución latinoamericana del IX CM pone de relieve la persistencia de las concepciones pablistas en los líderes del SU y que no fueron superadas como resultado de la "reunificación". La única diferencia estriba en que ahora no se propicia el seguidismo de los trotskistas ante los partidos obreros tradicionales o el populismo burgués sino ante el nacionalismo revolucionario pequeñoburgués de inspiración castrista en América Latina, en la esperanza de que por esta vía se podría influenciar y ganar a la juventud". Las principales variantes de esta política liquidadora fueron la creación de "partidos revolucionarios" eclécticos y centristas, que agrupaban al conjunto de la "izquierda revolucionaria" en base a los temas predilectos del castrismo. Tales son los casos del MIR chileno, el PRT argentino y el FIR peruano entre otros. La segunda, más escandalosa todavía, consistió en brindar el apoyo incondicional del trotskismo a la política de ciertas organizaciones castristas, aun contando con fuerzas propias en algunos países como era, por ejemplo, el caso de Bolivia, o aun cuando los trotskistas habían sido expulsados de la organización construida en común con los castristas, como fue el caso del MIR chileno y, más escandaloso todavía del PRT argentino elevado a la categoría de "sección" de la IV Internacional por la mayoría del SU.
13. La principal de las organizaciones del antiguo CI que participaron en la "reunificación" de 1963, el SWP de USA, asumió el liderato de la lucha contra la orientación guerrillerista en el seno de la IV Internacional, centrando su crítica en las numerosas aberraciones teóricas y afirmaciones antojadizas que se encuentran contenidas en la resolución sobre América Latina del IX CM. Este documento delineaba una orientación estratégica de la lucha por el poder, indicando que
"incluso en el caso de países en donde las grandes movilizaciones y los conflictos de clases ocurren primero en las ciudades, la guerra civil tomará formas muy variadas de la lucha armada, cuyo eje principal por todo un período será la guerra de guerrillas en el área rural... la lucha armada en Latinoamérica significa fundamentalmente una guerra de guerrillas".
Esto era así, según el documento, porque
"el adversario no está dispuesto a permitir la organización de un movimiento de masas revolucionario, ya sea legal o ilegalmente."
Además,
"no solamente en un sentido histórico sino en uno directo e inmediato, Latinoamérica ha entrado en un período de explosiones revolucionarias y conflictos de lucha armada a diferentes niveles en contra de las clases dominantes nativas y el imperialismo, y de una guerra civil prolongada a escala continental"
por lo que
"la preparación técnica no puede concebirse meramente como uno de los aspectos del trabajo revolucionario, sino como el aspecto primordial a escala continental"
La resolución recomendaba también
"la integración dentro de la corriente histórica representada por la revolución cubana y la OLAS".
En estas condiciones, no les resultó difícil al SWP y la "minoría" poner de relieve la contradicción insalvable que existía entre la orientación general defendida por la resolución y la concepción programática tradicional del marxismo, del leninismo y del trotskismo, no sólo desde un punto de vista formal sino también y principalmente desde el punto de vista de las tareas que debían ser asumidas por las secciones de la IV Internacional en América Latina. No se trataba de un debate académico o escolástico, sino de cómo, en las condiciones reales y no imaginarias de la lucha de clases en América Latina, era posible y necesario avanzar en la construcción de secciones de la IV Internacional claramente delimitadas del revolucionarismo pequeñoburgués y profundamente enraizadas en el seno del proletariado y de las amplias masas populares oprimidas por el sistema capitalista y la dominación imperialista. La orientación subjetivista-voluntarista-vanguardista de la mayoría no daba cuenta de estas necesidades en ningún sentido.
14. La concepción propugnada por la minoría en nombre del trotskismo "ortodoxo", tenían en cambio la ventaja de situar el trabajo de nuestras organizaciones latinoamericanas sobre el eje adecuado: la agitación y propaganda revolucionarias incesante en el seno de las masas trabajadoras y teniendo siempre presente como nuestro objetivo primordial la construcción de fuertes partidos marxistas-revolucionarios. Desde el ángulo contrario, sin embargo, las concepciones de la minoría tampoco daban cuenta cabal del conjunto de los problemas suscitados por el desarrollo de la lucha de clases en el continente latinoamericano, perjudicando con ello la posibilidad de superar el bloqueo a que se vio arrastrada la discusión en el seno de la Internacional. La orientación objetivista-mecanicista-espontaneísta de la minoría también resultaba en una negación del rol del partido revolucionario, sólo que circunscrita al cuadro de las situaciones revolucionarias, es decir, los momentos decisivos de la lucha de clases. De las muchas citas que podríamos hacer para ejemplificarlo tomaremos sólo una pero que es suficientemente ilustrativa al respecto. En el texto "¿Partido mandelista o partido leninista?" Nahuel Moreno sostiene:
"La superestructura "partido revolucionario" no toma la "iniciativa" de tomar el poder; trata de ganar al movimiento de masas para que éste tome "la iniciativa revolucionaria" de tomar las riendas del Estado. Y este "ganar al movimiento de masas para la iniciativa revolucionaria" es simplemente una tarea política del partido".
Esta idea que en un sentido general puede parecer correcta, se encuentra en el texto de Moreno referida en forma directa al caso de una situación revolucionaria y la función del partido en ella. Tratando de reforzar su posición, Moreno tergiversa el rol del partido bolchevique y el carácter de sus acciones en 1917, "olvidándose" de explicar por qué, entonces, el CC "tomó la iniciativa" de discutir y fijar una fecha a la insurrección, por qué la insistencia de Lenin en que no se debía "dejar pasar el momento propicio" para la insurrección, por qué Lenin y Trotsky no se cansaron de repetir que "la insurrección es un arte" y que constituía un deber del Partido aprender este arte y preparar cuidadosamente sus acciones militares llegado el momento de la insurrección.
15. Como esta última crisis y la enconada lucha de fracciones que generó en el seno de la IV Internacional tenían su origen más inmediato en la orientación asumida por la TMI con relación a América Latina y extendida posteriormente bajo una forma diferente hacia otras áreas, orientación profundamente extraña a la identidad programática del movimiento trotskista, la superación efectiva de la misma dependía en una importantísima medida del comportamiento y evolución ulterior de esta corriente, de su capacidad para reconocer la gravedad de su propios errores y efectuar el balance autocrítico indispensable no sólo para la efectiva superación de los mismos sino también para la educación y homogeneización política de toda la Internacional. Esta es la única forma que permitiría una correcta asimilación de esta amarga experiencia, haciendo de ella un componente efectivo de nuestras luchas y combates futuros de tal forma que esos errores, que ya significaron un elevado costo político para todo nuestro movimiento, no vuelvan a repetirse. Para superar en términos positivos esta crisis era necesario contar con un elevado sentido de responsabilidad política, absolutamente indispensable en cualquier dirección que aspire a encabezar la lucha por la construcción de la IV Internacional. Sin embargo, los líderes de la TMI han demostrado hasta la saciedad que, en relación con este combate, carecen de tales cualidades, lo que no se explica ciertamente por las características individuales de cada uno de ellos sino por el carácter revisionista y liquidador de concepciones políticas fuertemente arraigadas en la corriente "pablista" a la que ellos pertenecen. Es por ello que, con el propósito de salvar a lo menos parte de su ya deteriorada imagen y autoridad política frente al conjunto de la militancia trotskista, la TMI ha persistido en su empeño de "reunificar" a las fuerzas de la IV Internacional sobre la base de meros acuerdos organizativos que escamotean la necesaria tarea del balance político y la superación efectiva de las divergencias, es decir, aferrándose a nuevas maniobras fracciónales que lejos de permitir un avance real hacia la superación de la crisis habría de conducir inevitablemente a una agudización aún mayor de la misma hacia el futuro. Para llevar a cabo esta operación, la TMI pudo contar con el aval de los dirigentes del SWP que luego de haber perdido su liderato sobre la mayoría de las fuerzas que le acompañaban en la Fracción Leninista-Trotskista a causa de su política frente a la revolución portuguesa y angoleña deseaban liquidar cuanto antes los restos de su fracción y desentenderse de la prolongada lucha en que habían estado comprometidos desde el IX CM.
16. El "acuerdo de paz" concertado entre la TMI y el SWP, por medio del cual ambas partes decidieron la "disolución de las fracciones", pretendía escamotear la tarea del balance y dejar una vez más en las sombras la determinación de las responsabilidades políticas, declarando en calidad de "documentos históricos" los textos que animaron la aguda lucha de fracciones desencadenada a partir del IX CM. La cobertura necesaria a esta operación, especialmente necesaria al SWP que no podía desentenderse así como así de su largo combate contra la orientación de la "mayoría" y que por lo mismo necesitaba justificar de algún modo ante sus seguidores la capitulación ante la TMI, estuvo dada por la "autocrítica" hecha por esta última en 1976 en relación con su política para América latina a partir del IX CM. La "autocrítica" no hacía más que recoger algunas de las conclusiones obvias del debate fraccional precedente y que a esas alturas eran ya más que evidentes para la inmensa mayoría de los militantes del movimiento trotskista internacional. Sólo los dirigentes de la TMI se habían negado a reconocer hasta entonces, en forma explícita, las graves desviaciones políticas que comportaba la resolución del IX CM sobre América latina y que fuera corroborada en lo esencial por el X CM. Hubo entre ellos, sin embargo, quienes como Livio Maitán persistieron en esta negativa y rehusaron firmar la "autocrítica", sosteniendo que esta "ya había sido hecha en el X CM". Por otro lado, como hasta el propio SWP se vio obligado a reconocer, la "autocrítica" resultaba en extremo insuficiente para asegurar una rectificación a fondo de la orientación desastrosa defendida durante un período tan prolongado por la TMI, y, en cierto sentido, continuaba prisionera de los mismos errores metodológicos que están a la base de las resoluciones del IX y X CM. Además, la "autocrítica" no eliminaba la necesidad de un balance a fondo de lo que dicha orientación significó en términos prácticos para toda la IV Internacional sino que, por el contrario, la hacía más evidente. Todo ello no impidió, sin embargo, la "disolución de las fracciones". Con esta singular metodología quedó sancionado el nacimiento de un nuevo bloque sin principios al interior del Secretariado Unificado, bloque que adoptaría posteriormente la extraña denominación de "caucus" y cuyos méritos en la tarea de liquidar programática y organizativamente a la IV Internacional quedarían definitivamente establecidos luego en Nicaragua.
17. El capítulo más reciente de esta accidentada historia de nuestro movimiento acaba de ser escrito con la nueva escisión de la IV Internacional ocurrida en la víspera del XI CM. La causa más directa de la escisión ha sido el curso liquidador asumido por el SU bajo la dirección del "caucus" frente al desarrollo explosivo de la lucha de clases en Centroamérica y particularmente en Nicaragua donde la caída de la dictadura somocista ha abierto un período de crisis revolucionaria que sólo puede ser resuelta en términos positivos, es decir, con la destrucción del capitalismo y la creación de un Estado obrero, si la enorme energía revolucionaria desplegada por las masas populares logra abrirse cauce en esa dirección derribando todos los diques colaboracionistas que la burguesía se esfuerza hoy por levantar con el objetivo de contener las movilizaciones de las masas y salvaguardar la continuidad del sistema capitalista. Es precisamente en estas condiciones cuando con mayor fuerza se hace sentir la necesidad de un partido revolucionario armado de una política lúcida y consecuente, cuando con mayor fuerza se destaca el rol insustituible que le corresponde a un partido marxista-revolucionario, única garantía verdadera de lucha consecuente por el poder obrero y popular, única garantía verdadera de lucha consecuente por la revolución proletaria y el socialismo. Es precisamente en estas condiciones cuando la política de colaboración de clases de las corrientes reformistas y centristas que constituye la principal y más directa amenaza enfilada contra las aspiraciones revolucionarias de las masas y la dinámica anticapitalista de sus luchas plantea en todo su valor la necesidad del partido revolucionario marxista, leninista, trotskista, la necesidad de la IV internacional luchando con su bandera desplegada y claramente delimitada del reformismo y el centrismo. Y ha sido precisamente en estas condiciones que el SU, bajo la dirección del "caucus" ha llamado a liquidar las posiciones de la IV Internacional en Nicaragua y apoyar incondicionalmente al FSLN y su política de colaboración de clases, incluidas sus medidas de represión en contra de los sectores que planteaban una línea de oposición clasista al Gobierno burgués de "Reconstrucción Nacional", como fue entre otros el caso de la "Brigada Simón Bolívar" formada por militantes de la IV Internacional pertenecientes a la "Fracción Bolchevique". Pero el SU no se contentó con ello sino que, en vísperas de un Congreso Mundial y sin discusión previa, exigió a todos los militantes trotskistas de Nicaragua el acatamiento incondicional de su política liquidadora, ordenándoles ingresar al FSLN y disolverse en él. Al mismo tiempo conminó a todos los trotskistas centroamericanos a que se colocaran de inmediato y sin condiciones bajo la autoridad y las decisiones de ese organismo. Todo esto, insistimos, en la víspera de un CM, es decir, sin dar a las bases de la Internacional, a través de una organización democrática de las discusiones previas y del Congreso mismo, la posibilidad de asumir sus responsabilidades políticas para con la revolución nicaragüense y centroamericana, eslabones de la revolución mundial. El oportunismo siempre ha necesitado escudarse en el uso de métodos burocráticos para imponer su orientación y no iba a ser esta la excepción, aunque ello significase la escisión de la IV Internacional. Bajo la dirección del "caucus" y sin vacilaciones de ninguna especie, el SU enfiló rumbo directo en tal sentido, echando mano incluso a la provocación abierta en contra de las corrientes que en su seno trataron de oponerse al curso liquidador de su política. Tras esa orientación y sus métodos se encuentra el profundo viraje revisionista operado por la dirección del SWP en su creciente adaptación al castrismo y su política, y la claudicación de la ex-TMI en el seno del "caucus" ante ese curso revisionista y sus consecuencias.
18. ¿Cómo explicar esta nueva crisis? ¿Qué relación guarda con las anteriores? Y sobre todo, ¿cómo hacer frente a la situación de dispersión que ella ha, si no creado, al menos acentuado y consolidado? Las divergencias son graves y profundas, pero ¿son definitivamente insalvables? ¿Cuál es su carácter? En otras palabras, ¿cómo podemos y debemos proseguir nuestra lucha por la construcción de la IV Internacional de cara a todas las corrientes que se reclaman del trotskismo? ¿Cuál es el camino correcto? En la propia historia de la IV Internacional, de la tenaz lucha por su construcción, contamos con una experiencia extraordinariamente valiosa en relación con el método con que, como marxistas revolucionarios, debemos encarar los problemas derivados de una lucha fraccional tan áspera y aguda como la que ha conocido y conoce la IV Internacional en estos momentos: nos referimos naturalmente a la crisis del SWP en vísperas de la segunda guerra mundial y al método utilizado por Trotsky para encararla.
"Toda lucha fraccional seria dentro de un partido -nos dice Trotsky- es siempre, en última instancia, un reflejo de la lucha de clases. La fracción de la mayoría -dirigida por Cannon y respaldada por Trotsky- estableció desde el principio la dependencia ideológica de la oposición ante la democracia pequeñoburguesa. La oposición, por el contrario, precisamente por su carácter pequeñoburgués, ni siquiera intenta buscar las raíces sociales del campo hostil"
Y agrega:
"La oposición inició una dura lucha fraccional que está paralizando al partido en un momento muy crítico. Para que esta lucha pueda justificarse y no ser severamente condenada, es necesario que existan razones muy serias y profundas. Para un marxista, estas razones sólo pueden tener un carácter de clase. Antes de comenzar su áspera lucha, los jefes de la oposición estaban obligados a formularse esta pregunta: ¿qué influencia de clase ajena al proletariado, se refleja en la mayoría del Comité Nacional? Pero la oposición no ha hecho la más mínima tentativa de establecer una valoración clasista de las divergencias. Ve únicamente "conservantismo", "errores", "malos métodos" y similares deficiencias sicológicas, individuales y técnicas"
Pareciera que estas palabras hubieran sido escritas a la medida de los actuales dirigentes del SU más que de la oposición pequeñoburguesa del SWP ya que al igual que esta última pero con el agravante de pretender constituir la legítima dirección política de la IV Internacional, es decir, del conjunto del movimiento trotskista internacional, han mostrado a lo largo de toda la lucha fraccional una marcada hostilidad o en el mejor de los casos un notorio desinterés por el uso de esta elemental premisa metodológica del marxismo destacada por Trotsky con toda claridad en la cita antes señalada. Al igual que la oposición pequeñoburguesa del SWP los dirigentes del SU no han sido capaces de formularse y responder la pregunta clave que surge de toda lucha fraccional dura y prolongada como la que ha conocido la IV Internacional en los últimos 30 años, a lo largo de su crisis: "qué influencia de clase, ajena al proletariado, se refleja" en alguna o algunas de las corrientes que se han ido estructurando en el curso de los debates sobre todas las cuestiones decisivas a las que se ha visto enfrentado nuestro movimiento en los últimos 30 años. Al margen de esta cuestión fundamental carece de todo sentido preciso hablar de "sectarismo", "burocratismo", "estalinismo", "indisciplina", "fraccionalismo", "caudillismo" u otras expresiones parecidas, ya que el debate mismo carece de un eje que pueda centrar y jerarquizar el tratamiento de estas cuestiones.
19. Nosotros, siguiendo el método indicado por Trotsky, creemos que la crisis de la IV Internacional se explica fundamentalmente por el carácter pequeñoburgués de la mayor parte de las organizaciones que se reclaman del trotskismo, especialmente en los países imperialistas, por su falta de raíces en el movimiento obrero y sus estrechos vínculos con los medios intelectuales y universitarios. Ello hace que muchos de los hábitos y prejuicios característicos de este medio pequeñoburgués sean trasladados y reproducidos al interior de las organizaciones trotskistas que aún no han logrado una implantación efectiva en el proletariado, dando así origen a una práctica teórica, política y organizativa que está muy lejos de corresponderse de un modo efectivo con las necesidades de la lucha por la IV Internacional como Partido Mundial de la Revolución Socialista. Para decirlo con las palabras del propio Trotsky, "esta es la esencia general del problema", la "esencia general" de la actual crisis que sacude a la IV Internacional y también, naturalmente, de las anteriores. Por otro lado, si bien el espíritu y los rasgos pequeñoburgueses que impregnan a una parte significativa de las organizaciones trotskistas se encuentran más claramente reflejados en las posiciones y la práctica del "caucus", cuya orientación constituye el más serio peligro que amenaza hoy "desde adentro" a la IV Internacional, no pueden de ningún modo ser circunscritas a él. El resto de las fracciones exhibe también ciertos rasgos característicos del mismo espíritu, tanto en sus orientaciones como en sus métodos. En consecuencia, la lucha por la IV Internacional es, en esencia, la lucha por la proletarización del movimiento trotskista internacional, es decir, por la defensa y el enriquecimiento de su programa y por el desarrollo de una práctica política y organizativa que se corresponda con el carácter definidamente clasista y revolucionario del mismo. En este sentido, la crisis actual guarda una estrecha relación con las anteriores ya que no hace más que expresar, bajo nuevas condiciones y por lo tanto alrededor de una problemática particular también nueva y con ropajes novedosos, las mismas presiones de clase que las ocasionaron en el pasado. Trotsky no se cansó de insistir sobre la necesidad y la importancia de tener en cuenta este aspecto del problema, a fin de poder orientarse correctamente en la comprensión de la naturaleza de cada una de las crisis que sacuden al partido revolucionario:
"A fin de comprender qué capas o clases se reflejan en el conflicto fraccional, es necesario estudiar históricamente la lucha de ambas fracciones. Aquellos miembros de la oposición que afirman que la actual lucha no tiene "nada en común" con las viejas luchas fraccionales, una vez más demuestran su actitud superficial hacia la vida del propio partido"
20. La principal diferencia que existe entre la actual crisis de la IV Internacional y las anteriores no estriba en su carácter, sino en la existencia de condiciones materiales mucho más favorables que en el pasado para librar un combate a fondo contra el revisionismo y avanzar pasos decisivos en el camino que debe conducir a la superación definitiva de la situación de dispersión y de crisis en que se debate el movimiento trotskista internacional. Nos encontramos, por lo tanto, en un momento crucial de la historia de la IV Internacional, en el que se juega por un largo período, decisivo en su relación con el notable ascenso que experimenta la lucha de las amplias masas oprimidas en todo el mundo en este momento también crucial en la historia de la humanidad, la posibilidad de que el movimiento trotskista pueda revertir las tendencias centrífugas que operan en su seno, colocar sobre un terreno apropiado sus esfuerzos por la construcción de un centro de dirección revolucionaria internacional y dar un salto hacia adelante en la construcción de la IV Internacional como un efectivo Partido Mundial de la Revolución Socialista. El problema central para nosotros consiste en definir con claridad los criterios metodológicos fundamentales con arreglo a los cuales debemos librar este combate. ¿Cómo concebimos a la lucha por la IV Internacional? ¿Cuál es el papel que le asignamos a las diversas corrientes internacionales que se reclaman del trotskismo? ¿Qué tipo de relaciones debemos establecer con cada una de ellas, y sobre que bases? ¿Cuál debe ser la especificidad de nuestro aporte a la lucha por la construcción de la IV Internacional? Todas estas preguntas se resumen en la primera. Alrededor de ella se han estructurado y delineado todas las corrientes que actualmente se reclaman del trotskismo. Simplificando, podemos decir que, en general, tres respuestas son posibles y que de hecho han sido y/o son asumidas en la práctica de las diversas corrientes: en primer lugar, es posible asumir una posición sectaria como la que ha caracterizado en el pasado al CI y al CORCI y actualmente a la TCI, la TEI[1] y a la autoproclamada "IV Internacional" varguista, declarando "muertas para la construcción de la IV Internacional" o incluso "contrarrevolucionarias" al resto de las corrientes que se reclaman del trotskismo sosteniendo que, en consecuencia, la IV Internacional será -¡los varguistas ya lograron el milagro!- "reconstruida" o "renacerá" sobre la lucha exclusiva de la propia corriente sectaria, de su crecimiento y sus éxitos futuros. La concepción contraria, oportunista, también ha encontrado y encuentra adherentes al interior del movimiento trotskista, especialmente entre los actuales dirigentes del SU, algunos de los cuales han sostenido incluso que la dirección revolucionaria que el proletariado necesita requiere no sólo la unidad de los trotskistas sino también de todos los "revolucionarios". El menosprecio que los dirigentes del SU sienten con relación a las principales conquistas programáticas del trotskismo los incita con suma ligereza a asumir propuestas liquidadoras con referencia a la IV Internacional, en aras del rechazo al "sectarismo" y "la unidad de los revolucionarios". El método con arreglo al cual fue constituido el propio SU es el mejor ejemplo de la concepción oportunista que caracteriza a estas corrientes en su "combate por la IV Internacional". No se trata de fijarse como meta la construcción de una organización monolítica. No es ese el sentido de nuestra crítica. Pero de lo que sí se trata es de construir una organización homogénea, sobre la base de un efectivo acuerdo programático que posibilite una intervención centralizada y enérgica en la lucha de clases. En esta perspectiva, las divergencias que en su momento condujeron a una escisión no pueden ser consideradas como desacuerdos circunstanciales y de importancia secundaria y por ello toda reunificación efectiva no puede lograrse escamoteando el balance a fondo de las mismas. La esterilidad mostrada hasta la saciedad, no sólo con relación a la IV Internacional sino a lo largo de toda la historia del movimiento obrero, de las concepciones sectarias y oportunistas en el combate por la construcción de un partido y una Internacional revolucionarias, nos conduce obligatoriamente a considerar la necesidad de situar este combate sobre un terreno distinto, que evite los callejones sin salida a que lo llevan los anteriores. Un terreno en el que se combinen tanto la lucha por la integridad programática del trotskismo como por su unidad organizativa y en el que la primera sea concebida como el vehículo a través del cual es posible y necesario arribar a la segunda, apreciando en todo su valor la necesidad de asumir un método de debate que se corresponda con ese objetivo, es decir, que intentando llegar fundamentalmente a la militancia de base de todo nuestro movimiento tenga para ésta un claro carácter educativo que permita dilucidar los problemas en debate y evite la provocación. Sólo así la discusión tendrá un curso progresivo y contribuirá de un modo efectivo a la superación de la dispersión y crisis actual de la IV Internacional. La tendencia cada vez más pronunciada que se observa en el seno del movimiento trotskista a asumir con este último criterio el debate de las divergencias, incluso las más agudas y en los momentos más difíciles, dejando de lado el estéril método de las excomuniones y autoproclamaciones sectarias, constituye una de las condiciones materiales favorables que hoy existen para avanzar más rápidamente hacia la superación de la crisis. El rápido crecimiento de las fuerzas que se reclaman del trotskismo en los últimos años unido a la creciente proletarización de nuestras organizaciones es otra de ellas. La profundización de la crisis del sistema imperialista y el ascenso de las luchas de masas a escala internacional, con su secuela de explosiones revolucionarias en diversos puntos del planeta, es la más importante y decisiva de todas.
21. Hemos dicho que la lucha por la construcción de la IV Internacional como Partido Mundial de la Revolución Socialista exige comprometer un esfuerzo destinado a superar la dispersión y la crisis en que actualmente se encuentra sumido el movimiento trotskista, y que este último debe concebirse como un combate por la defensa y enriquecimiento de nuestro programa y la reunificación sobre esa base. Sin embargo, debemos todavía explicar, a la luz de este planteo general, los contenidos específicos que asignamos a esta línea en las condiciones creadas por la nueva crisis de la IV Internacional, es decir, cómo pensamos que ella debe ser traducida en la práctica. No se trata ciertamente de una tarea sencilla, sobre todo para nosotros que hemos debido permanecer por un largo período marginados de los debates que, a escala internacional, daban cuenta de las divergencias existentes entre las diversas corrientes y que han abarcado un amplio espectro de problemas teóricos, políticos y organizativos suscitadas por los desarrollos recientes de la lucha de clases en distintos puntos del planeta. Sin embargo, a pesar de las dificultades que ello implica, tenemos el deber de asumir por nuestra propia cuenta, de un modo autónomo con respecto a las diversas fracciones, un esfuerzo de delimitación programática que nos lleve a estructurar poco a poco un combate coherente por la IV Internacional en el cuadro de las premisas antes señaladas, transformando nuestra intervención en esta lucha en un factor de clarificación política y de unidad. Rechazamos de partida el camino fácil de la adhesión a alguna de las fracciones ya que ello significaría un abandono de nuestros deberes para con la lucha por la construcción de la IV Internacional, delegando toda esta responsabilidad en la dirección de la fracción y asumiendo de hecho un papel pasivo y hasta parasitario, susceptible de ser utilizado como respaldo a todo tipo de maniobras oscuras, que privaría a este combate decisivo de lo mucho o poco que como organización estamos en condiciones de aportar. Una razón adicional pero no por ello menos significativa es que ninguna de las fracciones existentes exhibe en sus planteamientos y actividad práctica una línea de orientación con la que nos sintamos plenamente identificados. La lucha por la IV Internacional exige confrontar a todas las corrientes con tareas fundamentales, como la del balance, que aún no han sido asumidas en su integridad. Por ello es indispensable que comencemos a hacernos cargo de la responsabilidad muy seria que significa realizar el esfuerzo de delimitación programática precisa que este combate requiere. En una primera apreciación, aún muy general e incompleta, de algunos de los principales problemas de carácter programático que han sido puestos de relieve por la crisis y dispersión actual de las fuerzas que se reclaman del combate por la construcción de la IV Internacional, podemos señalar:
a) Nuestro rechazo a toda tentativa liquidadora que ponga en cuestión el rol histórico insustituible que le corresponde asumir a la IV Internacional en la lucha por la revolución proletaria y el socialismo y que, en la pretensión de que otras fuerzas que se reclaman del movimiento obrero pueden también conducir esta lucha en forma consecuente, capitule ante ellas y renuncie a la lucha por la construcción de un partido trotskista. El combate permanente en contra de ésta, la más peligrosa de todas las variantes del revisionismo en nuestras filas, constituye un componente fundamental en la lucha por la construción de la IV Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista.
b) Nuestro rechazo, igualmente categórico, a toda forma de sectarismo y ultimatismo como el que caracteriza a corrientes como la TEI o los "varguistas" quienes, completamente al margen del desarrollo real de la lucha de clases y sus exigencias políticas revolucionarias, se deleitan fabricando esquemas teóricos artificiales que niegan en forma muchas veces escandalosa la lucha por reivindicaciones elementales que expresan las aspiraciones y el nivel de conciencia de las amplias masas obreras y populares. Una variante de este sectarismo "doctrinarista" es el que se expresa a través de las formulaciones teóricas que hace la TCI con relación al carácter del resto de las corrientes que se reclaman del movimiento obrero, incluidas las trotskistas.
c) El rechazo a todas las tendencias a la capitulación ante los aparatos burocráticos que maniatan el movimiento obrero, una de cuyas expresiones más frecuentes es hoy el llamado a la formación de gobiernos PC-PS, llamado que -excepción hecha de períodos de extrema inestabilidad y crisis política y encuadrado siempre en una táctica globalmente revolucionaria, de denuncia del carácter traidor de esos aparatos y su política y de propaganda incesante del programa revolucionario- contribuye a confundir a las amplias masas, reforzando en lugar de debilitar la autoridad política de los aparatos. Otra variante de esta misma tendencia es el seguidismo ante la burocracia sindical o sectores supuestamente "izquierdistas" de ella. Un complemento frecuente de esta tendencia es la glorificación de uno de estos aparatos traidores, el del PS, contra el otro, el del PC, combinada con una elevada dosis de stalinofobia. Esta última tiene su fundamento en el supuesto de que el estalinismo ha devenido en la principal y más consecuente fuerza contrarrevolucionaria, cuyo principal interés consiste en preservar inalterado el "orden" internacional establecido en Yalta y Potsdam entre el imperialismo y la burocracia, la "Santa Alianza" contrarrevolucionaria, negándose con ello a reconocer el carácter contradictorio de su política derivado de la contradicción material sobre la que se apoya su propia existencia como capa privilegiada y parasitaria de los Estados Obreros.
d) El rechazo a todas las tendencias a la capitulación ante la democracia burguesa que se expresan especialmente en el abandono de las reivindicaciones de poder propias de la clase obrera, es decir, el llamado a la constitución de órganos de poder soviéticos y al armamento general de las masas, como bases materiales del Gobierno Obrero y Popular, de la dictadura del proletariado. El olvido de estos objetivos equivale a una traición cuando tiene lugar en períodos de fuerte ascenso de la lucha de masas que agudizan al máximo la crisis del sistema de dominación política de la burguesía y ponen a la orden del día la lucha por el poder. La lucha por las reivindicaciones democráticas debe ser puesta al servicio del combate por la revolución proletaria y el socialismo y no suplantarlo. La tendencia a la capitulación ante la democracia burguesa expresa una profunda desconfianza en la capacidad de lucha revolucionaria de las masas, rasgo distintivo de todas las variantes del oportunismo e incompatible con la pertenencia a la IV Internacional. Es sobre la base de estas premisas elementales que debe juzgarse la conveniencia de levantar, en determinadas coyunturas, la consigna de Asamblea Constituyente Soberana, definiendo claramente su alcance y contenidos.
e) El rechazo a todas las tendencias a la capitulación ante las poses y la demagogia "nacionalista" de algunos sectores de la burguesía de los países dominados por el imperialismo, sus abogados políticos o sus sirvientes militares. La política levantada por el POR-Masas de Bolivia en torno a esta cuestión, que lo condujo a propiciar y comprometerse en la formación de una alianza estratégica entre los partidos obreros y populares y los sectores "nacionalistas" burgueses luego del golpe contrarrevolucionario encabezado por Banzer es una clara muestra de este tipo de desviaciones. Tales concepciones nada tienen en común con la táctica del Frente Único Antiimperialista preconizada como válida y necesaria bajo ciertas condiciones por el IV Congreso de la Internacional Comunista. En la concepción de esta última el FUA tenía un carácter táctico y no estratégico, es decir, el carácter de un acuerdo provisorio sobre ciertos puntos comunes con los sectores "nacionalistas" de la burguesía en el combate contra el imperialismo. Su objetivo primordial es desenmascarar ante las masas en lucha el carácter demagógico e inconsecuente del nacionalismo burgués con vistas a conquistar para el proletariado la efectiva dirección política de este combate. La táctica del FUA, en consecuencia, es legítima sólo "en tanto que la correlación de fuerzas existentes en la actualidad no le permita plantear la realización de su programa sovietista". El POR-Masas en cambio, alegando sobre la existencia de una "hegemonía proletaria" en la dirección del FRA, constituido con la participación de grupos y personalidades de la burguesía "nacionalista" como el PRIN, las FAR y el General Juan José Torres, brinda todo su apoyo a este frente que, según su propia declaración constitutiva "no es, ciertamente, un frente ocasional, sino un frente para tomar el poder y construir el socialismo"(?).
f) Nuestro rechazo al abandono del punto de vista de partido en el análisis y elaboración teórica, lo que conduce en definitiva al desarrollo de debates de carácter académico, diletantes y sin una conexión real y efectiva con la lucha por la revolución proletaria cuyo eje político y organizativo es el combate por la construcción de la IV Internacional y sus secciones nacionales. La ausencia de un verdadero espíritu de partido en el campo de la elaboración teórica se corresponde con el mismo fenómeno en todos los otros campos de actividad del partido, lo que se traduce en un reclutamiento y una organización de carácter preponderantemente pequeñoburgués, débilmente centralizada e incapaz de llevar a cabo una intervención enérgica y sistemática en el seno de las masas obreras y populares. El rechazo de estas prácticas completamente ajenas al carácter y objetivos de nuestro movimiento debe ir aparejado con el rechazo igualmente categórico a la utilización de métodos burocráticos con los que se pretenda impedir el desarrollo democrático de los debates en el seno de las organizaciones que se reclaman del trotskismo, y más aún, cuando van acompañados de actos de violencia física en contra de los disidentes. El uso de estas prácticas gangsteriles son una expresión, o bien de inmadurez política o bien de degeneración burocrática, y debe ser implacablemente combatido por todas las corrientes que se reclaman del trotskismo.
22. Por último, debemos definir con la mayor precisión posible, el cuadro organizativo en el que nuestros esfuerzos por la construcción de la IV Internacional serán volcados en esta nueva fase del desarrollo de la crisis del movimiento trotskista abierta con la escisión del SU y la constitución del Comité Paritario. Un primer paso en esta dirección ya ha sido dado con la ruptura de nuestra organización con el SU, cuya política revisionista lo ha alejado del campo del trotskismo, desplazándola en dirección al centrismo. Los dirigentes del SU han probado a través de una larga trayectoria política cuan fuertemente arraigados en ellos se encuentran el impresionismo y las pautas de conducta política propias del revolucionarismo de los medios intelectuales y académicos de los países imperialistas, cuan sólidos son sus lazos con el revisionismo en torno a la cuestión de la dirección proletaria, marxista-revolucionaria, de las luchas obreras y populares. El revisionismo sobre este aspecto central de la estrategia revolucionaria del proletariado, introducido por el pablismo en las filas del movimiento trotskista, conduce en forma inmediata a desvalorizar la función política decisiva del partido marxista-revolucionario en la lucha por el derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo, quitando todo fundamento y valor al combate por la construcción de la IV Internacional. La consecuencia directa de este revisionismo es el seguidismo frente a corrientes extrañas y hostiles al movimiento obrero y la liquidación de la IV Internacional. Una dirección que como la del SU se encuentra armada de estas concepciones está absolutamente incapacitada para llevar adelante una lucha consecuente por la construcción de la IV Internacional, como lo ha puesto en evidencia de un modo particularmente claro el reciente ejemplo de Nicaragua, y se hace imperioso, en consecuencia, librar un combate enérgico y continuado en su contra y en contra de sus pretensiones de representar la continuidad del combate por la IV Internacional y de hablar en su nombre. La importancia de este esfuerzo de delimitación en todos los planos con el SU y su política está determinada por la posibilidad de rescatar a un número significativo de militantes revolucionarios que hoy se encuentran bajo la influencia de esa corriente revisionista con la falsa idea de que ella es la fiel representante del trotskismo y de la IV Internacional. En varios países, como consecuencia de la dispersión y fraccionamientos provocados por la crisis de la IV Internacional, ellos son incluso los únicos militantes revolucionarios nominalmente agrupados bajo la bandera del trotskismo. Es fundamental, en consecuencia, llevar adelante un combate político tenaz y decidido contra la orientación revisionista del SU, haciendo todos los esfuerzos que sean necesarios por organizar este combate también en el seno de esta corriente. Es necesario poner en evidencia la irreductible contradicción que existe entre la referencia programática formal del SU -engaño sobre cuya base son reclutados la mayoría de sus militantes- y su práctica política de adaptación al centrismo, y centrista ella misma por lo tanto, y de liquidación de la IV Internacional. Este esfuerzo de clarificación política constituye un componente central de la lucha por superar en términos positivos la crisis de la IV Internacional, evitando la encerrona que representaría la conclusión de nuevos acuerdos puramente organizativos entre las fracciones.
23. Nuestra ruptura con el SU, en el cuadro de la crisis actual de la IV Internacional, nos lleva a considerar la existencia y el rol del Comité Paritario y su llamado a una próxima Conferencia Mundial abierta a todas las corrientes que se reclaman del trotskismo. Desde luego, el Comité Paritario no es la IV Internacional "reconstruida" sino un cuadro de acuerdo, de carácter provisorio, entre las tres fracciones que lo constituyen: la FB, la TLT y el CORCI. La base política de este acuerdo es demasiado general, aún si la comparamos con los textos que permitieron la "reunificación" de 1963. Cada una de las fracciones conserva su propia fisonomía y se hace representar como tal en el Comité, el cual debe, además, adoptar todos sus acuerdos "por unanimidad". No existe una práctica de trabajo común entre sus organizaciones, ni tampoco un debate común de los graves problemas que han sacudido a nuestro movimiento. Tampoco ha sido planteada la tarea del balance histórico de cada una de las fracciones, lo que es fundamental si se quiere avanzar hacia un efectivo acuerdo político y no meramente organizativo entre las fracciones. Nosotros pensamos que, a pesar de su reivindicación formal de la necesidad de la IV Internacional y de su defensa elemental frente a los intentos de liquidarla, ese balance arroja un saldo extremadamente negativo para cada una de esas corrientes: el morenismo, sobre cuya base se ha construido la FB, ha sido a lo largo de toda su historia una corriente centrista cuyo rasgo más notorio y determinante es su oportunismo político, que rige y determina el conjunto de su actividad, y que se expresa a través de los continuos virajes de esta corriente en su permanente adaptación a la política de todo tipo de corrientes extrañas al proletariado, desde el peronismo hasta la socialdemocracia, pasando por el castrismo y la burocracia sindical. El lambertismo, por su parte, constituye también una corriente centrista, pero el hilo conductor de este centrismo es de un carácter distinto al del morenismo, es una falsa ortodoxia hecha de dogmas y escolasticismo que por medio de una rabiosa stalinofobia transforma la lucha de clases en un complot internacional y a la socialdemocracia en "progresiva" frente al estalinismo. Tanto el CORCI como el TLT son tributarlos de este "trotskismo" y sus nefastas consecuencias políticas. Con todo, el Comité Paritario y su objetivo declarado, la Conferencia Mundial abierta de todas las fuerzas que se reclaman del trotskismo, debe ser valorado como un paso -sólo un paso- positivo en el cuadro de la gravísima crisis que vive hoy la IV Internacional. De lo que se trata ahora es de librar un combate a fondo para exigir el esclarecimiento de los acuerdos y divergencias existentes entre todas las corrientes, para exigir el debate a fondo sobre esas divergencias, para dar un carácter democrático y amplio a esos debates, para que la Conferencia Mundial programada sea efectivamente abierta a todas las fracciones que se reclaman del trotskismo sin exclusiones de ningún tipo. Sin un combate efectivo en tal sentido, el Comité Paritario entrará rápidamente por la vía de su degeneración política y organizativa, haciendo más profunda la dispersión y la crisis de la IV Internacional y más difícil su superación en términos positivos.
24. En el cuadro de los planteamientos antes indicados, la Liga Comunista de Chile se plantea:
a) Dar a conocer su adhesión al objetivo proclamado por el Comité Paritario de convocar a una Conferencia Mundial abierta a todas las organizaciones que se reclaman del trotskismo, concebida como un paso hacia adelante en el combate por la superación de la crisis que sacude hoy a la IV Internacional.
b) Señalar que, en correspondencia con ello, deben tener cabida en el Comité Paritario y la Conferencia Mundial todas las corrientes y organizaciones que manifiesten compartir sus propósitos fundamentales, sin exclusión de ninguna especie.
c) Mantener nuestra independencia como organización con respecto a todas las fracciones internacionales que se reclaman del trotskismo, el Programa de Transición y la lucha por la construcción por la IV Internacional, delimitando claramente los puntos de acuerdo y divergencias que mantenemos con ellas.
d) Estrechar contactos con todas las organizaciones que se reclaman del trotskismo en Chile, estén o no adheridas al CP, explorando las posibilidades de estructurar formas de trabajo común sobre aquellas áreas en que existan acuerdos sustanciales.
[1] CORCI, TCI y TEI son las siglas correspondientes al Comité de Organización por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional, la Tendencia Cuartainternacionalista y la Tendencia Espartaquista Internacional respectivamente.