4. El periodo de apogeo del terrorismo de Estado (1973-1977)


La dictadura buscó desde el momento mismo del golpe hacer del miedo que podía infundir en la población, y sobre todo en la militancia de izquierda, su principal aliado. El bombardeo a La Moneda fue en tal sentido una clara señal de lo que vendría. Luego los usurpadores amenazaron con fusilar en el acto a cualquiera que pretendiese impedir o dificultar su accionar. Se declaró al país en estado de sitio, disuelto el Parlamento, ilegalizados los partidos "marxistas" y "suspendida" toda actividad de carácter político y sindical. Se impuso un estricto toque de queda en forma permanente y se sometió a censura toda la información y las publicaciones, se requisaron y quemaron en la vía pública libros considerados "subversivos", se intervino militarmente a las universidades, exonerando y aun arrestando a gran número de académicos y estudiantes, se allanaron con gran despliegue de efectivos numerosas fábricas y poblaciones y se practicaron detenciones en masa. El maltrato y asesinato de detenidos se convirtió en algo habitual y se intimidó a la población con constantes patrullajes y sobrevuelos nocturnos. En suma, una represión desenfrenada. La policía secreta creada por los golpistas para llevarla a cabo actuaba, con la abierta complicidad de los tribunales, de la manera más desembozada, deteniendo, torturando, asesinando y haciendo desaparecer a los opositores políticos, calificados indiscriminadamente como "extremistas".

En los hechos, el país pasó abruptamente a encontrarse después del golpe bajo un régimen de ocupación permanente impuesto sobre el conjunto de la población por sus propias fuerzas armadas, cual nueva "república del silencio y de la noche", como denominó Sartre a la experiencia de los franceses bajo la ocupación alemana durante la segunda guerra mundial. A pesar de la censura y del control total que la dictadura ejercía sobre las noticias que daban a conocer los medios de comunicación de masas, una copiosa información sobre las continuas y horrendas tropelías cometidas por los aparatos represivos del nuevo régimen era difundida ampliamente por las transmisiones en onda corta de las radios extranjeras, y muy especialmente por el programa diario de Radio Moscú "escucha Chile". Esa información, junto a la obtenida internamente de fuentes más directas, circulaba luego de boca en boca a través de las redes que fueron articulando rápidamente en la clandestinidad la actividad de la resistencia. En ese apabullante clima de terror, muchos militantes de la izquierda no lograron soportar el temor a verse súbitamente convertidos junto a sus familias en víctimas indefensas de la brutal y criminal cacería en desarrollo y optaron por buscar refugio fuera del país.

Sin embargo, la intensa represión desencadenada por la dictadura no tenía por único fin aniquilar a las organizaciones de la izquierda, a fin de impedir que pudiesen articular alguna capacidad de contraatacar a los golpistas, sino sobre todo el de someter a los trabajadores a las inéditas condiciones de superexplotación que demandaba el gran capital para una mayor y más dinámica valorización. Se trataba de convertir al país en un paraíso para los capitalistas lo cual exigía como contrapartida hacer de las condiciones salariales y laborales un infierno para los trabajadores. Con la implantación de la dictadura y su adopción de la ortodoxia económica neoliberal se buscó terminar con toda expresión de solidaridad social: los precios se fueron a las nubes mientras los salarios permanecían congelados, se abrió la economía al exterior lo que llevó al cierre de muchas empresas manufactureras, forzadas a reconvertirse rápidamente en firmas importadoras, haciendo crecer con ello exponencialmente el desempleo y la miseria. La educación y la salud públicas junto a la infraestructura escolar y hospitalaria comenzaron a experimentar un largo y profundo deterioro, lo mismo que la construcción de viviendas sociales, el pavimento de las avenidas y sus luminarias. Proliferaron como nunca antes el hacinamiento, las ollas comunes y los programas ocupacionales de emergencia con salarios de precaria subsistencia. Así, mientras las grandes empresas comenzaban a realizar fabulosas ganancias, el panorama social para la mayoría se tornaba verdaderamente desolador.

El Chile de estos primeros años después del golpe fue, sin duda, el periodo más duro y difícil de la lucha política contra la dictadura, debido a la situación de aplastante derrota que experimentaba el movimiento obrero y popular y la total impunidad con que podían operar entonces sus aparatos de represión. En el momento de su constitución, la dictadura pudo sustentar su accionar no solo en el control que logró ejercer sobre el poderoso aparataje coercitivo y administrativo del Estado burgués -depurado de los funcionarios que resultaban ser poco confiables para el nuevo régimen-, sino que pudo contar también con el respaldo de masas que habían logrado articular y movilizar las fuerzas de la burguesía en su beligerante ofensiva dirigida a derrocar al gobierno del Presidente Allende y a destruir a las organizaciones del movimiento obrero y popular. Por otra parte, resultaba inevitable que tomara un cierto espacio de tiempo el ir articulando las diversas formas de respuesta que resultaban posibles para lograr poner freno a la intensa y despiadada represión desatada por la dictadura. Poco a poco los familiares de las víctimas directas, con la ayuda de los organismos que se constituyeron para promover la defensa de los derechos humanos, fueron dando a conocer lo que estaba aconteciendo en este plano y comenzaron a organizarse para exigir, tanto de los tribunales de justicia como de la propia dictadura, que se clarificase la suerte corrida por todos aquellos que habían sido secuestrados por los agentes del régimen.

En tales condiciones, para hacer posible la lucha política clandestina contra la dictadura y resguardarla de los embates de la represión, se hacía imperativo preservar una elevada moral de combate entre los militantes de la resistencia, con la consecuente y categórica inadmisibilidad de la delación, aun bajo tortura. Lo anterior suponía también comprender y estar dispuestos a aceptar las restricciones que los rigores de la lucha clandestina inevitablemente imponían al ejercicio de la democracia partidaria y a la vez lo delicado y riesgoso de la misión que le correspondía asumir a los cuadros dirigentes. Si esto es algo válido en todo momento, lo era mucho más en aquellas circunstancias en que el trabajo partidario debía hacer frente a una represión cuyo objetivo era el de aniquilar toda forma de resistencia. La reivindicación de la democracia partidaria no puede ignorar el hecho de que la adhesión, siempre voluntaria, a la causa revolucionaria, inevitablemente conlleva grados variados de conciencia política entre la militancia y también, asociado a ello, desiguales niveles de compromiso. Por lo tanto, es igualmente inevitable que se produzca al interior de las organizaciones en lucha una tensión entre el plano de la confrontación de ideas, que en el marco de sus definiciones programáticas puede y debe desarrollarse sin restricciones, y la distribución de las siempre diferenciadas y jerarquizadas responsabilidades orgánicas, lo que a su vez exige demandar de quienes las asumen los correspondientes niveles de entrega y disciplina.

En el plano internacional, la evolución de la situación política exhibe durante el periodo inicial de la dictadura chilena algunos signos alentadores. De hecho se produce un importante retroceso de las fuerzas reaccionarias a escala global. Así, tras haber enviado más de medio millón de soldados equipados con los más modernos sistemas de armas y haber dejado caer miles de toneladas de bombas sobre Vietnam, el ejército norteamericano se ve forzado a retirarse sin poder impedir la victoria de las fuerzas antiimperialistas en toda indochina. Esto propinó un golpe demoledor a las pretensiones estadounidenses de hegemonía global. Casi al mismo tiempo se producen importantes retrocesos en las posiciones que hasta entonces habían detentado algunos regímenes fuertemente represivos en Europa. En abril de 1974 se produce la llamada "revolución de los claveles" en Portugal, que junto con poner fin al régimen fascistoide que había imperado en ese país por casi cincuenta años y abrir paso a una coyuntura potencialmente revolucionaria, va a despejar el camino para un rápido proceso de independencia de sus colonias. Tres meses después, el 24 de julio, se produce la caída de la "dictadura de los coroneles" en Grecia y, tras la muerte de Franco en España a fines del año siguiente, se va a iniciar en ese país un proceso de apertura política dirigido al restablecimiento de las libertades públicas que habían sido suprimidas por el triunfo de la contrarrevolución militar-clerical-fascista en 1939.

Sin embargo, en los países del cono sur de América latina, el curso de los acontecimientos se orienta en estos años en la dirección contraria, instalándose en sus países varias dictaduras militares que, junto a otras de más larga data en la región, van a coordinar sus acciones para reprimir con dureza a las organizaciones del movimiento obrero y a las corrientes políticas que buscan representar los intereses del pueblo trabajador. Así, en junio de 1973 culmina en Uruguay el proceso a través del cual los militares fueron tomando crecientemente el control del país, instaurando a partir de entonces un régimen abiertamente dictatorial. En Chile ocurre lo propio con el golpe de Estado que en septiembre de 1973 derroca al gobierno del Presidente Allende. Y dos años y medio después, en marzo de 1976, se instalará en Argentina la dictadura que completará el cuadro de los regímenes de terrorismo de Estado que imperarán en la región durante este oscuro periodo. El resultado más conocido de la colaboración de estas dictaduras reaccionarias en su criminal actividad represiva fue el llamado "Plan Cóndor", un acuerdo suscrito a fines de noviembre de 1975 en Santiago de Chile, durante la clausura de la Conferencia reunida con tal fin entre los representantes de los organismos de "seguridad" de Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay. Aunque ningún representante de Brasil firmó el acuerdo, la dictadura de ese país también fue parte de las actividades realizadas en el marco del mismo, el cual contó además con el apoyo tácito de las agencias del gobierno norteamericano.

4.1. La Liga inmediatamente después del golpe

Las primeras semanas posteriores al golpe fueron de intensa actividad para la Liga. La confusión, el desaliento y el temor que era posible palpar entre la militancia de izquierda eran enormes. Quizás con la única excepción del MIR, el grado de desarticulación de los partidos de izquierda era también mayúsculo. Mientras la mayor parte de sus dirigentes y muchos cuadros medios corrían a asilarse a las embajadas, no faltaban algunos que creían llegado el momento de empuñar las armas. Muchos se resistían a convencerse de que el movimiento obrero y popular había experimentado una gran derrota a manos de las clases dominantes, ya imposible de revertir a corto plazo, y se ilusionaban con la perspectiva de una pronta e inminente "contraofensiva" por parte de la izquierda. Pero rápidamente debieron rendir tributo a la realidad. Fue en medio de esas terribles condiciones de represión generalizada y brutal que las publicaciones de la Liga comenzaron a circular, llevando no sólo una palabra de aliento y esperanza a la militancia de izquierda sino también una explicación política de lo ocurrido y un llamado a proseguir el combate organizando de inmediato la resistencia obrera y popular a la dictadura. A tan solo una semana del golpe la Liga hizo circular una declaración mimeografiada de 5 puntos en la que se hacía una primera evaluación de la situación.

En los dos primeros, se explicaba el objetivo y las razones que desde el punto de vista de la burguesía justificaron su decisión de derrocar al gobierno de la UP y desencadenar una feroz represión sobre el movimiento obrero y popular. El punto tercero de la declaración destaca el nefasto rol jugado por el reformismo en la derrota. El punto cuarto esboza una primera apreciación de la derrota y de las perspectivas inmediatas de lucha de la clase obrera. Visto en retrospectiva, este era el punto más débil de la declaración ya que no logra calibrar aun de manera suficientemente certera la profundidad de la derrota, cifrando por ello expectativas algo desmesuradas en la capacidad del movimiento obrero para proseguir sus luchas bajo las nuevas condiciones. La explicación de ello es que, habiendo sido esta declaración redactada a menos de una semana del golpe, con la aun precaria información disponible, sólo era posible formular entonces una hipótesis basada en la gran capacidad de lucha desplegada por las masas trabajadoras en su pasado más reciente.

No hay que olvidar que sobre esa misma base, aun quienes ejecutaron el golpe esperaban encontrar una resistencia mucho mayor de la que efectivamente se produjo. Las medidas de guerra adoptadas por la Junta Militar para asumir el control del país constituían un claro reconocimiento de la fortaleza que ya había alcanzado el movimiento obrero y de los grandes esfuerzos que deberían desplegar los golpistas para someterlo a sus dictados. La imagen de los países europeos que habían estado subyugados por regímenes fascistas o bajo la ocupación de los ejércitos alemanes durante la segunda guerra estaba después del golpe en la mente de muchos, pero también la de la tenaz resistencia que el movimiento obrero y sus sectores de vanguardia opusieron entonces al fascismo, particularmente en países como Francia, Italia, Grecia y Yugoslavia. Y esa fue también la imagen que estuvo presente en los dirigentes de la Liga al trazar inicialmente las perspectivas de lucha para el periodo que se abría tras el golpe.

Costaba creer que, aun con la más bárbara represión, una militancia de izquierda de varios centenares de miles pudiese llegar a ser completamente doblegada y sus organizaciones desarticuladas. En cualquier caso, parecía fundamental hacer todo cuanto fuese posible por contener el desbande y la desmoralización, organizando sobre la marcha la resistencia obrera y popular al fascismo. En esta dirección, la declaración destaca la importancia de las reivindicaciones democráticas y la necesidad de "rechazar las concepciones de tipo frente populista que condujeron a las masas a la derrota". Finalmente, el punto quinto de esta declaración señala que la "principal lección" a extraer de la experiencia reciente es la impotencia de las masas cuando éstas luchan sin dirección o bajo una dirección reformista. "El proletariado, en especial los obreros más avanzados, no pasarán por alto esta experiencia y buscarán resolver el problema de su dirección revolucionaria, aun inexistente", concluyendo que el "objetivo central" que los marxistas revolucionarios tienen ante sí es construir "un poderoso partido revolucionario de masas".[1]

Poco después, en el mes de octubre de 1973, a poco más de un mes del golpe, comenzó a circular la primera edición mimeografiada de "Combate", el órgano central de la Liga, publicado esta vez bajo la responsabilidad de su Comité Regional Santiago, y antes de fin de año sale a luz, en las mismas condiciones, un segundo número. La publicación y difusión de estos periódicos testimonia el valeroso esfuerzo desplegado por la Liga en ese duro y difícil momento de la lucha de clases en Chile en el que, como corresponde, el pensamiento y la acción revolucionaria van tomados de la mano. En ellos se puede constatar ya una apreciación más clara y precisa del periodo abierto después del 11 de septiembre y de las perspectivas inmediatas de la lucha antidictatorial. Así por ejemplo en el artículo "Lucha armada y táctica del proletariado en el actual periodo", con el que se buscaba responder a ciertas posiciones vanguardistas que ya comenzaban a circular, se advierte que

"la situación política que vivimos desde el 11 de septiembre se encuentra marcada por una profunda derrota del proletariado y de las masas populares, derrota que se traduce ... en una pérdida casi total de las posiciones anteriormente conquistadas, en un número importante de cuadros dirigentes encarcelados o asesinados, en fuertes elementos de desmoralización en los medios obreros, en la desarticulación total o parcial de sus organizaciones sindicales y políticas, en una caída vertical de sus luchas reivindicativas, etc. En estas condiciones claramente desfavorables para la lucha revolucionaria, la lucha armada no podría ir más allá de la acción de pequeños grupos de militantes, sin guardar una relación directa o indirecta con las tareas más urgentes que se desprenden del carácter de la situación actual, es decir, con una actividad orientada a lograr una rápida recuperación política y orgánica de las masas populares y particularmente de la clase obrera, que permita rearticular sus luchas y agrupar en torno a ellas a los sectores más amplios posibles".

Poco después, en un nuevo número de Combate de enero de 1974, un miembro de la Dirección de la Liga reitera la posición de la organización a este respecto. El énfasis puesto en advertir sobre la inconveniencia política de embarcarse en la realización acciones armadas bajo condiciones tan desfavorables como las prevalecientes en esos momentos se explica por la fuerte tendencia que se observaba entre la militancia de la izquierda más radical por dejarse arrastrar a un enfrentamiento frontal con las fuerzas represivas. Una intensa sed de venganza clamaba por satisfacciones inmediatas y la única organización numéricamente importante de la izquierda que se mantuvo articulada y funcionando, el MIR, convocaba a una guerra total contra la dictadura. Era claro, por lo demás, que a diferencia del error cometido por la Liga en su declaración de mediados de septiembre, la orientación del MIR no respondía tanto a una apreciación equivocada de la situación como a una concepción estratégica de la lucha revolucionaria autonomizada de las necesidades y posibilidades reales de acción del movimiento obrero y popular, real sujeto protagónico de una lucha emancipatoria y portador de efectivas posibilidades de éxito.

El PC por su parte, emitió a fines de diciembre de 1973 una declaración en la que se señalaba textualmente que

"cerrados los caminos democráticos, la guerra civil no es en todo caso la única salida para abrir paso al pueblo. Una huelga general política, apoyada por la mayoría inmensa del país, puede amarrar las manos de los que quieren desencadenar la violencia reaccionaria" (subrayado por nosotros).

¡Ni siquiera el cruento golpe de Estado consumado ya en septiembre, ni el salvaje baño de sangre desatado desde entonces con el propósito de aniquilar a la izquierda, parecían aún suficientes para sacar a los dirigentes del PC de sus dulces y contumaces ilusiones pacifistas! Posteriormente, en una declaración de febrero de 1974 en la que formula un llamado a "la unidad de las fuerzas democráticas y de todos los chilenos de corazón bien puesto", el PC afirma constituir el blanco principal de los aparatos represivos y que, como parte de su empeño por destruirlo y en un vano intento por minar su unidad, "por allí tratan de abrirle paso a una llamada 'Liga de los Comunistas chilenos'", advirtiendo luego, con el tono amenazante que siempre ha utilizado para atacar a las corrientes y organizaciones revolucionarias, que "al Partido Comunista no se le 'mete mano' así no más".

La perspectiva de lucha que se abría después del golpe ante las fuerzas de la izquierda era, por lo tanto, la de un duro y obstinado esfuerzo por mantenerse políticamente activas, readecuando sus estructuras orgánicas y sus modalidades de trabajo para enfrentar con éxito la ofensiva represiva e impulsando un accionar de resistencia que guardase clara correspondencia con el carácter de la situación existente. En esto resultaba también fundamental mostrarse capaz de hacer de la experiencia recién vivida una rica fuente de enseñanzas en la que apoyar su labor hacia el futuro.

4.2. Los dos primeros Congresos de la Liga

Con el propósito de consolidar políticamente los pasos ya dados por su recién constituida organización, el núcleo dirigente de la Liga decidió asumir inmediatamente después del golpe el enorme desafío político y organizativo que suponía acometer la tarea de preparar y llevar a cabo su Primer Congreso partidario. Esto resultaba fundamental para dotar a la Liga de una orientación política que permitiese cohesionar al conjunto de su militancia, armándola política e ideológicamente para hacer frente a las exigencias que planteaba el desarrollo de la lucha de clases en las condiciones de profundo reflujo que se vivían en aquel momento.

4.2.1. El Primer Congreso de la Liga Comunista (marzo de 1974)

El Primer Congreso de la Liga Comunista tuvo lugar en el mes de marzo de 1974, en una cabaña veraniega del balneario de Costa Azul, en el litoral frente a Santiago. Adoptando las precauciones debidas, a él concurrieron alrededor de una quincena de delegados quienes adoptaron un conjunto de resoluciones dirigidas a dotar a la organización de una línea política, una explícita base de principios y normas de funcionamiento suficientemente claras para orientar consistentemente el accionar partidario en el duro y difícil periodo que había abierto en Chile el triunfo de la contrarrevolución. El solo hecho de haber podido realizar con éxito de ese importante evento partidario constituyó desde ya un gran logro para la joven organización, sobre todo por haber tenido lugar en las riesgosas condiciones que prevalecían en ese momento, a solo seis meses de consumado el golpe de Estado y en pleno apogeo de la represión. Hay que considerar que, aunque la Liga se había constituido recientemente como tal, y que por ello era aún poco conocida, la mayor parte de quienes la integraban habían desarrollado antes una intensa actividad política revolucionaria, por lo que se hallaban obligados a operar con extrema cautela.

De ese Primer Congreso emanaron una Tesis Política Central titulada La contrarrevolución fascista y las tareas del proletariado y un primer documento de balance de la experiencia de luchas acumulada durante el periodo 1970-73 y cuyo título era Los tres años del gobierno de la Unidad Popular, el cual sería desarrollado posteriormente con mayor extensión y profundidad. Luego de alcanzar una forma más acabada, este segundo documento sería adoptado después como una de las principales resoluciones del Segundo Congreso. Junto a esos dos documentos, fueron aprobados también el Programa y los Estatutos de la Liga y se procedió a elegir a quienes integrarían a partir de entonces el Comité Central de la organización. Luego de realizar un análisis de las causas de la derrota de 1973, la Tesis Política Central pasa a examinar el carácter del periodo abierto con el golpe y a delinear las tareas que en él se plantean a los revolucionarios. Todos los aspectos claves de la orientación política general que fijará el rumbo de la actividad política de la Liga en la lucha contra la dictadura -explicados en el capítulo precedente- se hallan, en lo sustancial, contenidos ya en este documento.

La Tesis Política Central aprobada en el Primer Congreso de la Liga señalaba también que la instauración de la dictadura "ha desplazado del liderato burgués a los sectores políticos que hasta ahora ocuparon una posición de privilegio en el seno de las clases dominantes, afectando seriamente sus intereses, incluso con la amenaza de su propia disolución. Por ello, no tardarán en salir a flote y hacerse cada vez más evidentes las contradicciones existentes entre estas dos alas del bloque burgués, hasta que su desenlace definitivo permita que una de ellas imponga su hegemonía". Por lo tanto, la estabilización del nuevo régimen exigiría no solo el aplastamiento del movimiento obrero, "sino también la represión de cualquier manifestación de resistencia a su política que provenga de la pequeña burguesía o de algunos sectores de la propia burguesía". Sin embargo, aun cuando tales contradicciones en el campo enemigo pueden llegar a socavar al régimen nacido del golpe, la Tesis enfatiza la necesidad de bregar incansablemente por poner en manos del movimiento obrero el liderazgo del combate contra la dictadura, considerando que "en definitiva todo depende de la propia capacidad de lucha de las masas obreras y populares, de su nivel de organización y del carácter de su dirección. De lo contrario, no será el proletariado quien esté en condiciones de utilizar en su provecho las contradicciones interburguesas sino al revés: será el ala 'democrática' de la burguesía quien utilizará en el suyo el potencial de lucha de los trabajadores".

Esto último destaca la importancia clave de una línea política que, haciendo pie en "las condiciones internacionales derivadas de la actual coyuntura crítica del sistema capitalista mundial y del ascenso extraordinario de las luchas obreras en los países imperialistas, como aquellas que se derivan de las propias características del movimiento obrero chileno, de su alto nivel de conciencia clasista y su riquísima tradición de lucha y organización", oriente su accionar hacia una pronta superación del reflujo del movimiento de masas. Convertir esa posibilidad en una realidad es señalado como el objetivo central del período. Es en esa perspectiva de impulso a la movilización independiente de las masas que el documento afirma que "explotando toda manifestación de descontento, por limitada que sea, es posible y necesario unir en torno a la clase obrera a la inmensa mayoría del país hasta formar un amplio pero sólido Frente Único Antifascista", siendo un deber de los revolucionarios el buscar profundizar permanentemente los objetivos de la lucha cada vez que la dinámica del enfrentamiento lo permita.

4.2.2. Del Primer al Segundo Congreso de la Liga Comunista

El año que transcurre luego entre los dos primeros Congresos de la Liga constituye el periodo de mayor intensidad de la criminal ofensiva represiva desencadenada a partir del golpe en contra de los núcleos políticos más activos de la izquierda, logrando prolongar el profundo reflujo en que se encuentra sumido el movimiento obrero y popular. En efecto, durante los meses inmediatamente posteriores al golpe la represión fue de un carácter indiscriminado, siendo su objetivo principal la instalación de un clima de amedrentamiento generalizado en contra del pueblo trabajador, haciendo víctima de ella a cualquier dirigente o militante de los partidos de izquierda o aun de las organizaciones sociales. Pero a medida que la situación del país se va evidenciando ya firmemente controlada por los golpistas y se organizan de una manera más precisa sus aparatos clandestinos de contrainsurgencia, ella se va a ir tornando crecientemente selectiva, planteándose como objetivo la aniquilación de las organizaciones políticas que mantenían en pie alguna actividad de resistencia, focalizándose primero y ante todo en aquellas que formaban parte de la izquierda revolucionaria.

En esa perspectiva, el primer y principal objetivo del accionar de la DINA a lo largo de todo el año 1974 fue el de desarticular al MIR mediante la captura y aniquilación física de su militancia, ante el temor de que esa organización pudiese desarrollar una resistencia armada en contra del régimen. La dictadura se dio, además, a la tarea de llevar el terrorismo de Estado más allá de las fronteras de Chile, en coordinación con los aparatos antisubversivos de otros países de la región en lo que fue conocido como el "Plan Cóndor". Como parte de este accionar, el 30 de septiembre de 1974 fue asesinado por la DINA en Buenos Aires, mediante un atentado con explosivos, el General Carlos Prats, ex Comandante en Jefe del Ejército. Por otra parte, durante un largo periodo la oleada represiva siguió afectando también, a través del accionar de las FFAA y carabineros, a amplios sectores del pueblo trabajador, buscando desbaratar de antemano cualquier posible foco de resistencia, golpeando a personas y aun familias reconocidamente de izquierda, y llegando a adquirir en muchos lugares, especialmente en las zonas rurales, el carácter de una verdadera vendetta de las clases dominantes por las luchas desplegadas por los trabajadores durante el periodo de gobierno de la Unidad Popular.

En un intento por preservar la cohesión y capacidad de lucha de su organización, la dirección del MIR lanzó la consigna "el MIR no se asila", anunciando con ello su decisión de proseguir sin tregua su lucha contra la dictadura. Como ya hemos señalado, además de su abierta reivindicación de la lucha armada, esto no haría más que constituirlo en el principal blanco de la bestial cacería desatada por los aparatos antisubversivos de la dictadura en este primer año posterior al golpe. Como resultado de ello sus militantes se convertirán en las más numerosas víctimas del terrorismo de Estado. Sin que el régimen se allanase a admitirlo y contando, además, con la total pasividad y obsecuencia de los tribunales de justicia, centenares de ellos fueron secuestrados, sometidos a brutales torturas, y finalmente asesinados sin que sus restos hayan logrado hasta ahora ser encontrados. Haciendo frente a esa cacería, el 5 de octubre de 1974 cae en combate su principal y más destacado dirigente: Miguel Enríquez. Otras organizaciones revolucionarias de activa actuación durante este periodo, como la Coordinadora Nacional de Regionales (CNR) del Partido Socialista y la Liga, van a recibir también los golpes de la represión, al igual otros dirigentes y militantes de los principales partidos de la izquierda que aún se mantenían activos.

En lo concerniente a la Liga, ella va a sufrir a manos de la represión la pérdida de su militante Jaime Buzio Lorca, secuestrado por agentes de la dictadura el 13 de julio -cuyo nombre va a aparecer posteriormente formando parte de la lista de 119 detenidos-desaparecidos que fue publicada en Argentina y Brasil como parte de la llamada "Operación Colombo" montada por la DINA- y también la del miembro de su Comité Central Sergio Flores Ponce (Diego). Este último fue apresado el 24 de julio al cruzarse en una calle céntrica de Santiago con una de las brigadas de exterminio organizadas por la DINA de la que formaba parte Osvaldo Romo, quien lo reconoció por el destacado rol político que, siendo aún militante del MIR, le había correspondido desempeñar en 1970 en el campamento de pobladores sin casa Elmo Catalán. En el momento de su detención, el valeroso comportamiento de Sergio Flores permitió evitar que otro miembro del CC de la Liga que lo acompañaba fuese también detenido. La Liga tampoco sufrió posteriormente golpe alguno debido a la información que obraba en su poder. Por testimonios de otros prisioneros de la dictadura que lograron sobrevivir a su paso por ese lugar, se sabe que ambos estuvieron recluidos y fueron brutalmente torturados en la casa de Londres 38 antes de pasar a engrosar la larga lista de detenidos-desaparecidos.

En todo caso, cabe destacar que a pesar de las duras condiciones represivas imperantes y de la aguda escasez de los recursos materiales disponibles para sustentar su accionar, durante este difícil año de lucha la Liga logró desarrollar una intensa labor de difusión de sus ideas y llamamientos a la resistencia contra la dictadura. Asumiendo con la rigurosidad debida los procedimientos y las medidas de resguardo que las condiciones del trabajo clandestino le imponían, y recibiendo también la ayuda valiente y generosa de numerosas personas y familias dispuestas a colaborar con las actividades de la resistencia antidictatorial, la Liga logró sostener la continuidad de su labor política, mantener la publicación regular de su órgano central "Combate", difundir ampliamente las resoluciones su Primer Congreso, hacer circular sus Cuadernos de Formación Comunista, sus Boletines Internos y una importante cantidad de materiales de agitación y propaganda revolucionaria.

4.2.3. El Segundo Congreso de la Liga Comunista (marzo de 1975)

En marzo de 1975, transcurrido exactamente un año desde la realización de su Primer Congreso y tal como lo estipulaban sus estatutos, la Liga llevó a cabo su Segundo Congreso Nacional con el objeto de efectuar un balance del trabajo realizado durante ese periodo, enriquecer la línea política de la organización y adoptar las medidas necesarias para dar un nuevo impulso al conjunto de su actividad revolucionaria. El Congreso aprobó, en calidad de Tesis Política Central, un documento titulado Hacia la Huelga General Revolucionaria, en el que se profundiza el análisis del período abierto con el golpe de Estado y se reafirma la validez de la línea política general aprobada por el Congreso anterior. Junto con ello se aprobó también una Tesis Sobre el Trabajo de Masas y otra sobre los Problemas Militares de la Revolución Proletaria. Se profundizó además de manera significativa el análisis crítico del período 1970-73, aprobándose una nueva redacción para el documento de balance adoptado en el Primer Congreso, que pasó a titularse ahora Chile: el fracaso histórico del reformismo. Se introdujo también una modificación a los estatutos, ampliando de uno a tres años el plazo estipulado para la realización de los Congresos. En calidad de documento de trabajo interno fue discutido y aprobado un texto de orientación del Trabajo de Construcción del Partido, publicado posteriormente en el Boletín Interno Nº4.

En sus aspectos sustantivos, los documentos del Segundo Congreso de la Liga consolidan la línea estratégica definida un año antes en el Congreso anterior. Sin embargo, la redacción algo desprolija que ellos exhiben en algunos pasajes, en alguna medida merman la claridad y fortaleza de sus argumentos. Ello da cuenta de las dificultades que suponía llevar adelante un proceso de elaboración y debate colectivo, como el que esos documentos buscan sintetizar, bajo las condiciones de severa represión prevaleciente en esos momentos en Chile. No solo resultaba difícil y riesgoso organizar reuniones, sino que incluso escribir y rehacer documentos en una época en que aún no existían los computadores personales con sus versátiles procesadores de texto y en que el ruido demasiado frecuente de una máquina de escribir en un departamento podía despertar las sospechas y originar la denuncia de algún vecino. De modo que corregir los errores de transcripción que se advertían a veces en los documentos una vez que ya habían comenzado a circular era algo que resultaba bastante complicado.

El Congreso tuvo oportunidad de debatir también un texto elaborado por algunos camaradas y defendido por uno de los delegados en el que se abogaba por reorientar el trabajo político de la organización en dirección a la implementación de una línea de "propaganda armada". Dicha propuesta fue objeto de una severa crítica por parte de la mayoría de los delegados por constituir la expresión de una desviación militarista, extraña a nuestra orientación estratégica, firmemente centrada en el despliegue de una actividad de agitación y propaganda en función de la organización, impulso y dirección de una lucha antidictatorial de masas. Posteriormente, quienes propugnaban esa orientación terminarían por marginarse de la Liga. Por último, el Congreso adoptó también el acuerdo de trabajar en la perspectiva de sacar a algunos de los cuadros políticamente más capacitados y experimentados al exterior tan pronto como se considerara consolidado el funcionamiento regular de la Liga en el desarrollo de sus tareas prácticas, a objeto de garantizar la continuidad política de su labor. Toda la experiencia histórica indicaba que un eventual descabezamiento de la organización revolucionarla podía implicar, si no su desaparición automática, al menos una muy probable pérdida de rumbos, sobre todo en las condiciones de aislamiento internacional y crisis de la IV Internacional en que la labor de la Liga en Chile se estaba realizando.

Se debe tener en cuenta que la elaboración de las posiciones políticas de la Liga respondió exclusivamente a la percepción que sus propios militantes lograron formarse de la situación y de los desafíos que ella planteaba, sin posibilidad alguna de sostener, por las dificultades logísticas que ello conllevaba, algún intercambio significativo de opiniones con quienes en el seno del movimiento trotskista internacional, poseyendo mayor experiencia política, observaban y valoraban desde afuera la situación chilena y sus perspectivas. En tal sentido, aunque se reivindicaban del trotskismo y de su trayectoria de lucha por el programa revolucionario, los militantes de la Liga se encontraban completamente aislados del movimiento trotskista internacional, sin la posibilidad de nutrirse de su eventual apoyo y mayor experiencia política. No obstante, esto es algo que a la postre contribuyó a fortalecer a la Liga como organización, no solo porque la obligó a definir su orientación de lucha con entera independencia sino también porque ello la libró de ser influenciada por posiciones que en definitiva podrían haber obrado en contra del esfuerzo que sus militantes estaban llevando entonces decididamente adelante.

4.2.4. Las relaciones con el movimiento trotskista internacional

El II Congreso abordó como un problema de especial preocupación el de la débil relación que, más allá de sus deseos, había logrado establecer la Liga con la IV Internacional. Por una parte, se consideraba urgente vincularse más activamente con ella a fin de superar el aislamiento político y organizativo en que entonces se hallaba la Liga y, además, se sentía la necesidad de elaborar un posicionamiento más claro y definido sobre la prolongada crisis en que por aquellos años se debatía el movimiento trotskista internacional. En relación con lo primero el Congreso encomendó al nuevo Comité Central enviar una carta al Secretariado Unificado en la que se planteara la necesidad de regularizar los hasta entonces esporádicos vínculos políticos y organizativos existentes entre la Liga y los organismos de Dirección responsables de la IV internacional. En dicha carta se planteó claramente el desacuerdo de la Liga con el reconocimiento que el SU aún mantenía del ya inexistente PSR como su "sección chilena" y además se propuso comenzar a trabajar en la constitución de un Buró Latinoamericano encargado de dirigir y centralizar el trabajo de las organizaciones trotskistas en el continente. En lo que concierne al segundo punto, referido al posicionamiento de la Liga frente a la crisis de la IV Internacional, el Congreso acordó publicar en el Boletín Interno de la organización un documento elaborado por un miembro del CC con el objeto de abrir un debate más amplio sobre esta problemática en el conjunto de la organización.

Sin embargo, luego de su II Congreso las relaciones políticas de la Liga con las instancias de dirección de la IV Internacional, dominadas por la mandelista Tendencia Mayoritaria Internacional (TMI), fueron conociendo un progresivo distanciamiento a consecuencia tanto de la identificación política del SU con las corrientes castristas en América latina -con el MIR en el caso de Chile- como de la concepción federativa que en la práctica regía la vida política interna de la Internacional. La carta que por acuerdo de su II Congreso la Liga dirigió al SU quedó sin respuesta, lo cual motivó que un año después, en junio de 1976, la Dirección de la Liga le enviara a este organismo una nueva carta, esta vez en un tono marcadamente más crítico. En ella, basándose en las informaciones recogidas directamente por uno de los miembros de su Comité Central que había tenido la posibilidad de realizar un corto viaje a Europa, la Liga manifiesta fuertes reparos no solo a la total desatención de que habían sido objeto sus anteriores propuestas, sino también a las concepciones políticas y organizativas que podía advertir en el modo en que, en general, los organismos dirigentes de la Internacional estaban asumiendo sus responsabilidades. Las relaciones mutuas entre la Liga y el SU de la IV Internacional habían conocido ya, a esas alturas, un claro enfriamiento.

De hecho, el respaldo que la dirección de la IV Internacional brindaba entonces al MIR tenía para la Liga implicancias no solo políticas sino también materiales. En efecto, junto con dificultar el que la identidad programática del trotskismo pudiese permear a una franja significativa del exilio chileno, sobre la base de un balance político a fondo tanto de las causas de la derrota de la UP como de la burocratización de los Estados obreros y la degradación del ideario del socialismo bajo la influencia del estalinismo, con ello también se impedía que una parte de los recursos que lograba recaudar el movimiento de solidaridad con el pueblo chileno pudiese ser canalizada para ayudar a construir un partido trotskista en el seno mismo de la resistencia obrera y popular a la dictadura. Era entonces inevitable preguntarse: ¿A qué obedecía este comportamiento político que llevaba al SU a abandonar el esfuerzo por construir una fuerza propia en Chile? ¿Se trataba de una actitud meramente oportunista debida a la mayor relevancia de la presencia política alcanzada entonces por el MIR en el seno de la izquierda chilena? ¿Se buscaba influir y eventualmente ganar para el trotskismo a esa organización? ¿O respondía ello a una orientación más general, que implicaba de hecho un abandono de la lucha por la construcción de la IV Internacional sobre una clara y definida base programática, como Partido Mundial de la Revolución Socialista? Esta cuestión era relevante no solo para quienes combatían en Chile bajo la bandera del marxismo revolucionario sino también para intervenir con ese mismo estandarte programático en el numeroso exilio chileno.

4.3. La lucha antidictatorial en este primer periodo y el impacto de la represión

Tras la realización de su Segundo Congreso, la Liga prosiguió desarrollando de manera continuada y sistemática su labor de propaganda y organización de la resistencia antidictatorial. Fue este un periodo de intensa actividad política y organizativa, marcados por una aparición regular de su prensa, materiales de formación y agitación política y un sostenido trabajo de reclutamiento. Todo ello a pesar de contar con pobrísimos recursos materiales. Un periodo en que la Liga logró ir decantando y difundiendo sus posiciones políticas y agrupando a un creciente número de luchadores revolucionarios, a la vez que establecía y estrechaba vínculos a distintos niveles con militantes de otras corrientes revolucionarias existentes en el país, como el MIR y la CNR del PS. A través de esta esforzada labor, la Liga se estaba proyectando a futuro con reales posibilidades de romper la situación de crónica marginalidad política que había afectado hasta entonces al movimiento trotskista en Chile, constituyendo en esas difíciles condiciones su única expresión viva en el país.

En el año 1975 se producirá un intercambio de cartas entre el MIR y el PC que contribuirá a alimentar una controversia en círculos mucho más amplios de la izquierda sobre los aspectos medulares del carácter y las perspectivas de la lucha antidictatorial. En efecto, en febrero de ese año, en respuesta a un documento previamente recibido del PC, la dirección del MIR fija su posición sobre cuatro aspectos claves: 1) el carácter de la dictadura, que el MIR se niega a tipificar como fascista; 2) la amplitud de un Frente Antidictatorial, en el que el MIR plantea la necesidad de distinguir entre los sectores progresistas del PDC y sus sectores reaccionarios; 3) los objetivos centrales de esta lucha, que deben apuntar a trascender el marco de una mera restauración de la democracia burguesa; 4) la pertinencia de las acciones armadas, que el MIR considera necesarias para ir gestando una capacidad militar propia. El PC dará a conocer su respuesta a estos planteos nueve meses más tarde, en noviembre de 1975, a través de un difamatorio documento titulado El ultraizquierdismo, caballo de Troya del imperialismo. Basta atender a su título para comprender cual era tanto el carácter de ese libelo como el de la mentalidad política de sus autores.

El verdadero propósito de un escrito titulado de manera tan venenosa no podía ser el de entablar una confrontación seria en el plano de las ideas, que ayudase a la clarificación de las posiciones en pugna y contribuyese así al fortalecimiento de una lucha en común, sino simplemente el de descalificar mediante el expediente de la calumnia a aquellos con los cuales presuntamente se debate. De allí que se parta levantando en su contra la gravísima acusación de constituir nada menos que un contingente del enemigo encubierto en el seno del pueblo o, en el mejor de los casos, un inconsciente instrumento en sus manos. El caballo de Troya de la mitología griega era justamente eso, una estratagema de la que se vale uno de los bandos para derrotar al otro. Pero en la lucha política contemporánea la invocación de esta figura mítica, como denuncia de una presunta "quinta columna" o "enemigo del pueblo", suele el medio del que se valen las cúpulas dirigentes gansteriles para eliminar cualquier atisbo de disidencia. Y en el seno del movimiento obrero este ha sido el método predilecto utilizado por el estalinismo en contra de sus críticos de izquierda.

En todo caso, el vergonzoso episodio que representa la aparición de ese documento se verá rápidamente empequeñecido ante los rigores a que debe hacer frente el combate antidictatorial. Los años que corren seguirán estando marcados aun por la intensa y criminal represión desatada en contra de las organizaciones que desde la izquierda se empeñaban en articular y mantener viva la lucha de resistencia. Es así que en junio de 1975 son capturados por la DINA la mayor parte de los miembros de la Dirección Interior del Partido Socialista, sin que se volviese a saber sobre su paradero. Al mes siguiente la prensa da a conocer la lista de los 119 militantes de izquierda chilenos, en su gran mayoría pertenecientes al MIR, que son dados por muertos en falsos enfrentamientos entre ellos en el marco de una maniobra de desinformación montada por los aparatos represivos conocida como la "operación Colombo". En octubre tiene lugar el atentado en Roma contra la vida del dirigente democratacristiano Bernardo Leighton y unos días más tarde la DINA localiza e intenta capturar a la Dirección del MIR que se encontraba reunida en una parcela ubicada en las cercanías de Malloco, produciéndose un enfrentamiento en el que pierde la vida Dagoberto Pérez y los demás dirigentes logran escapar. En noviembre, Pinochet le pide por escrito al Cardenal Silva Henríquez la disolución del Comité Pro-Paz que, con el patrocinio de varias iglesias cristianas, se hallaba realizando una encomiable labor en defensa de las víctimas de las violaciones de los derechos humanos cometidas por la dictadura.

A su vez el PC, que en su "caballo de Troya" había señalado que muchos de los éxitos de la represión en contra del MIR estaban relacionados con la "falta de convicciones revolucionarias de muchos de los detenidos que entregan cada vez más datos al enemigo", va a experimentar poco después en carne propia los embates de la represión. Es así que en marzo de 1976 va a sufrir el secuestro y desaparición de José Weibel, Secretario General de las JJCC, y dos meses más tarde, a inicios de mayo de ese mismo año, va a correr igual suerte prácticamente la totalidad de su Dirección Interior. La mayor parte de sus integrantes fueron capturados en una "ratonera" montada por los agentes de la DINA en calle Conferencia y pocos días después caerá también en sus manos el Subsecretario General del PC Víctor Díaz. Y así como hubo casos de deserción y colaboración entre las filas miristas, en el momento en que el "caballo de Troya" comenzaba a circular el PC también aportará su cuota de desertores-colaboradores, con René Basoa y Miguel Estay Reyno como los casos más emblemáticos.

En este contexto, a solo ocho meses de la realización de su II Congreso, un golpe represivo va afectar también seriamente el desarrollo del trabajo político de la Liga: la detención en Valparaíso de varios militantes de la organización, entre los que se contaba la mayor parte de los responsables de ese trabajo político, lo que significó a la postre la desarticulación del mismo en esa provincia. En efecto, la prensa informó el 28 de noviembre de 1975 sobre la detención de 46 personas acusadas de desarrollar actividades "extremistas" en Valparaíso, de las cuales16 aparecían vinculadas al MlR y 30 a la Liga. Las detenciones habían tenido lugar entre el 19 y 22 de noviembre y, por lo que toca a la Liga, se originaron como consecuencia del soplonaje efectuado por un colaborador de la DINA en contra de trabajadores de EMPORCHI sorprendidos portando periódicos de la Liga. De allí que varios de los detenidos tuvieran como única vinculación con la organización la de ser lectores o distribuidores de su periódico.

No obstante, la detención de los miembros del Comité Regional Valparaíso puso de relieve la existencia de graves fallas en la observancia por parte de algunos militantes de las medidas de seguridad adoptadas por la organización. La falta de rigurosidad exhibida por ellos en el plano conspirativo pretendió ser atribuida posteriormente, por elementos que habían roto con la Liga o por algunos grupos hostiles a ella que se hallaban localizados en el exilio, a la responsabilidad de la organización en su conjunto. En el primer caso esto era expresión de desviaciones militaristas que propugnaban dar a las tareas puramente conspirativas una preeminencia absoluta sobre todas las demás. En el segundo, de elementos que no conocían el carácter del trabajo y las normas de organización y seguridad implementadas por la Liga, ni tenían tampoco la menor noción de los problemas y condiciones reales en que ésta debía encarar entonces el desarrollo de su labor clandestina.

En realidad, la mantención de una amplia labor de agitación y propaganda como la realizada de manera ininterrumpida por la Liga durante los años posteriores al golpe habría sido irrealizable, en las condiciones de ese período, si las acusaciones de liberalismo organizativo que ocasionalmente algunos lanzaron en su contra hubiesen estado mínimamente justificadas. Sin embargo, en las condiciones fuertemente represivas que prevalecían entonces era completamente inevitable que una organización que está luchando -es decir, que no ha "congelado" su actividad ni se ha marchado al exilio-recibiera en algunas ocasiones este tipo de golpes del enemigo. Es un factor con el que habría sido ilusorio no contar de antemano. Pero precisamente el hecho de que, a pesar de ser aún una organización pequeña y joven, la Liga haya sido capaz de resistir esos golpes y proseguir su labor testimonia exactamente lo contrario de un comportamiento o métodos liberales de funcionamiento: demuestra que la Liga se había preparado política, moral y organizativamente para resistir y sobreponerse a esas situaciones críticas.

Y ese fue precisamente el caso en noviembre de 1975, cuando la Liga no sólo fue duramente golpeada en la provincia de Valparaíso sino también en Santiago, donde sufrió la detención de algunos de sus militantes. En este último caso lo más grave ocurrió en Pudahuel, donde el 17 de noviembre llegó hasta el domicilio de Miguel Rodríguez Vergara una brigada de la DINA, la cual procedió a allanar su vivienda y a llevárselo detenido en presencia de toda su familia. Esto se produjo a consecuencia de una delación efectuada por elementos vinculados al PS que habían sido detenidos poco antes. Como en muchos otros casos, la detención no fue reconocida y la víctima pasó a engrosar la larga lista de "desaparecidos" bajo el régimen de terror impuesto por la dictadura. Miguel Rodríguez (Avelino), era un antiguo luchador que realizaba una encomiable labor en la distribución de la propaganda partidaria en diferentes lugares de la capital, aprovechando el hecho de que su condición de comerciante ambulante le permitía desplazarse permanentemente por los más diversos barrios populares. Sin embargo, tal como aconteció con otros miembros de la Liga desaparecidos o ejecutados, su militancia fue atribuida por la prensa de la época a su anterior domicilio político, en este caso en el PS[2].

No es difícil comprender que en el contexto represivo en que la Liga tuvo que desarrollar los primeros años de su trabajo político, obligada a adoptar extremas medidas de seguridad a fin de salvaguardar la continuidad de su labor y de su existencia como organización revolucionaria, resultaba sumamente difícil e incierto poder lograrlo. Más allá de las células, la mayor parte de los contactos debían realizarse en la calle a fin de preservar la necesaria compartimentación, con los debidos resguardos ante eventuales seguimientos y desincronizaciones horarias y sin un mayor conocimiento de la verdadera identidad de los involucrados. En tales condiciones, no era infrecuente que en algún momento los contactos se perdiesen, sin que se llegara a saber a ciencia cierta la causa de ello. Y fueron también numerosas las situaciones de peligro que, de una u otra forma en el desarrollo de su labor política, debieron enfrentar la mayor parte de sus militantes, poniendo en riesgo su libertad, su integridad física y sus vidas.

4.4. El aislamiento de la dictadura y el incipiente despertar de la protesta social

El año 1977 va a ser, en varios aspectos, un año de inflexión. La DINA había cometido en septiembre del año anterior el grave desatino de realizar un atentado explosivo para asesinar al ex canciller chileno Orlando Letelier nada menos que en el centro mismo de Washington, la capital del imperio, algo que un gobierno norteamericano, cualquiera que éste fuese, no podía dejar pasar. Con el acceso de Carter a la Presidencia de EEUU en enero de 1977, enarbolando un discurso de defensa y promoción de los DDHH, la Casa Blanca va a intensificar su presión para que la dictadura colaborara con la investigación judicial dirigida a identificar a los autores de este atentado terrorista y comenzará a otorgar también su respaldo a una alternativa política burguesa de recambio en Chile. Uno de los primeros resultados de estas presiones fue que, en agosto de 1977, la dictadura tuvo que allanarse a declarar disuelta la DINA, creando en su reemplazo y bajo nuevos mandos la CNI. Por otra parte, se profundiza el distanciamiento de la mayor parte de la jerarquía católica y del grueso de la DC frente a la dictadura, al tiempo que se producen también las primeras manifestaciones públicas de denuncia de las gravísimas y sistemáticas violaciones de los derechos humanos cometidas por ésta. Así, en junio de 1977 un grupo de 26 familiares de detenidos-desaparecidos inician una huelga de hambre en las dependencias de la CEPAL, la que se extenderá luego por un lapso de 9 días, exigiendo la aclaración del destino de sus familiares.

Por su parte la dictadura, en un acto nocturno realizado el 9 de julio en el cerro Chacarillas, con los concurrentes portando antorchas al más puro estilo de la juventud hitleriana, da a conocer un plan de institucionalización de su régimen "autoritario". Sin embargo, la situación del país no podía ser más dramática en esos momentos: el sello brutalmente antipopular de las políticas de la dictadura, tanto en el plano económico y social, con el lacerante drama del desempleo, la virtual esclavización y el agudo empobrecimiento experimentado por la mayor parte de la población, como en el plano político, con el matonesco desconocimiento de los derechos ciudadanos y la desquiciada persistencia de la represión, incrementaban cada vez más el aislamiento político y social, tanto interno como externo, del régimen. Es así que en noviembre de 1977 se va a producir un hecho que sobresalta a la clase dominante y despierta en ella una viva inquietud: la reemergencia amenazante del fantasma de la huelga, esta vez por mero ausentismo, entre los trabajadores del mineral de El Teniente. Son los primeros e inequívocos signos de un inminente y nuevo despertar de las luchas obreras y populares.

Por desgracia, en esos mismos días, un nuevo golpe represivo va a afectar seriamente la actividad política de la Liga. A pesar de su constante insistencia en la estricta observancia de las medidas de seguridad que demanda el desarrollo del trabajo político clandestino, una vez más debió padecer los estragos que causan los descuidos en este plano. En esa oportunidad la desprolijidad afectó a algunos militantes que mantenían vínculos familiares con miembros del MIR, a través de los cuales los agentes de la CNI lograron detectar y golpear a una importante parte del trabajo de la Liga. Las detenciones -que afectaron también a dos miembros de su Comité Central y al equipo encargado de la impresión de sus publicaciones- se iniciaron el jueves 24 de noviembre, convirtiéndose en un hecho noticioso de amplia difusión al día siguiente debido a un procedimiento practicado a la salida de un colegio, a plena luz del día y en presencia de numerosos testigos. El caso fue recogido de inmediato por los noticieros radiales y publicado luego como noticia destacada por el diario La Segunda en sus ediciones de los días 26, 28 y 29, informando en esta última que "los extremistas detenidos formaban la Liga Comunista", una organización de tendencia trotskista. Por su parte El Mercurio consigna esta información el miércoles 30 de noviembre en sus páginas 27 y 35. Si bien en aquella ocasión la CNI montó una "ratonera", esperando poder atrapar también al resto de sus dirigentes, las medidas de seguridad que se mantenían vigentes en la Liga permitieron esta vez impedir que la organización fuese completamente descabezada.

Los miembros de la dirección de la Liga que lograron evitar así ser detenidos pudieron restablecer luego con relativa rapidez la mayor parte de los vínculos organizativos dañados. No obstante, este golpe represivo va a mermar seriamente el desarrollo ulterior de la Liga por tres razones: 1) Forzó la salida del país de miembros de su dirección, quienes constituirán luego su Secretariado Exterior y que, ante la falta de apoyo político del SU y el nuevo golpe represivo que sufrirá la Liga en abril de 1980 (el asesinato del miembro de su Dirección Interior Oscar Salazar Jahnsen), deberán prolongar su estadía en el exterior más allá de lo previsto; 2) La pérdida de su aparato de publicaciones debilitará seriamente la capacidad de intervención política de la Liga precisamente en los momentos en que se iniciaba el lento pero ascendente despertar de la protesta obrera y popular contra la dictadura (primera protesta en el mineral de El Teniente en noviembre de 1977, movilización del 1º de mayo de 1978, huelgas de hambre de los familiares de detenidos-desaparecidos); 3) Lo difícil de las comunicaciones que se logran mantener luego entre su Dirección Interior y el Secretariado Exterior facilitarán la labor fraccional que, en el contexto de la división de la IV Internacional a fines de 1979, llevará a cabo en contra de la Liga el "morenismo"[3] a través de uno de sus cuadros enviado a Chile.


[1] La fuente en que se apoya gran parte de lo descrito en este capítulo corresponde al documento de balance de los primeros cinco años de la Liga Comunista elaborado posteriormente por el Secretariado Exterior de la Liga en base a la documentación que se hallaba entonces en su poder y que luego de su retorno al país no logró ser preservada.

[2] La Liga solo ha reconocido como propios a los detenidos-desaparecidos o ejecutados que al momento de caer en manos de los escuadrones de exterminio de la dictadura se encontraban desarrollando las actividades inherentes a la militancia en sus filas, pero hubo también casos de víctimas que habiendo manifestado previamente su decisión de incorporarse a la Liga no alcanzaron a hacerlo de un modo efectivo.

[3] Corriente del trotskismo liderada por el dirigente argentino Nahuel Moreno. Las características de este episodio serán referidas más adelante.

Liga Comunista de Chile
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